sábado, 29 de agosto de 2009

¿Qué harías si fueses un superhéroe?

Cuando éramos niños, y también ahora, algunos de los dibujos animados de mayor éxito estaban protagonizados por seres que se diferenciaban del resto por tener poderes especiales que les permitían vencer a los malos. Esos superhéroes nos hicieron pasar grandes momentos de diversión al frente de la pequeña pantalla y, en ocasiones, también de la grande, y seguro que todos siempre los hemos intentado emular de alguna u otra forma, bien con un disfraz para parecernos a ellos, bien practicando sus conocidas técnicas de lucha, etc.
Pues hoy, yo os hago las siguientes preguntas: ¿qué superhéroe te hubiera gustado ser? ¿Por qué razón has elegido ése en concreto? ¿Qué harías si tuvieras sus superpoderes? Para elegir tenéis un montón: Spiderman, Superman, Batman, Las Tortugas Ninja, Los 4 Fantásticos, Hulk... Yo me quedo con Son Goku, el protagonista de 'Bola de Dragón'. De siempre, ha sido el personaje que más me ha gustado; es más, tengo casi toda la colección del manga, que me lo habré leído decenas y decenas de veces sin llegar nunca a aburrirme. Son Goku lo tiene casi todo: puede volar, tiene una fuerza inmensa, puede teletransportarse en cuestión de segundos, se convierte en superguerrero (lo de que se le ponga el pelo amarillo y le rodee un aura de luz es lo que más me llama la atención), es prácticamente invencible y siempre resucita (gracias a las bolas de dragón).
P.D.: recordad que esta sección tiene algunas entradas anteriores en la que, si queréis, todavía podéis escribir vuestros comentarios.

jueves, 20 de agosto de 2009

Viaje a Italia: día 3

Martes, 17 de febrero de 2009

3:00
Hoy hay motivos para saltar de la cama cuando suena el despertador. Los tres nos ponemos en pie como un resorte y nos ponemos a funcionar. Tras ir al baño y cambiarme de ropa, me fui a la cocina para preparar con David los bocadillos que nos íbamos a llevar a Roma mientras Leti se alisaba el pelo (¡estas mujeres...!).
A las cuatro, nos asomamos al balcón y el taxi ya había llegado, así que recogimos todo lo necesario (billetes de avión, cámara, comida...) y bajamos a la calle. El taxi nos llevó a la Stazione Centrale, donde cogimos un autobús con destino el aeropuerto de Bérgamo, desde donde saldría nuestro avión.
Pasadas las cinco de la mañana, llegamos a dicho aeropuerto y, como habíamos hecho la facturación on-line y no llevábamos equipaje, sólo tuvimos que pasar por el arco de seguridad. Sobre las cinco y media, ya estábamos en la sala de espera impacientes por subirnos al avión que nos llevaría a Roma, pero todavía quedaba una hora para que despegara. A las seis, cuando avisaron para el embarque, nos pusimos de los primeros en la cola para poder coger asientos cerca de las salidas de emergencia, ya que éstos son más anchos. Y así fue. Daba gusto poder estirar las piernas, sobre todo para mí, que siempre voy apretadito cuando viajo en avión.

6:30
Con puntualidad británica, para eso Ryanair lo es, despegamos del aeropuerto Orio al Serio de Bérgamo con rumbo a Roma. Al poco tiempo de surcar el cielo, tengo la oportunidad de contemplar algo que pocas personas en el mundo habrán podido disfrutar: un amanecer desde un avión. La estampa es realmente bella. Si ya lo es en tierra, imaginaos desde lo más alto: el sol empieza a asomarse por encima de una alfombra de nubes con un color anaranjado que no llega a molestar a la vista y, en pocos minutos, se descubre un círculo perfecto que, poco a poco, se va haciendo más amarillo y cegante. En la imagen, podéis ver una de las fotos que hice (parece un ovni luminoso que fuera a invadirnos :P).
Leti aprovechó la hora de vuelo para dormir lo que no había dormido esa noche, que fue poco como sabéis, mientras que David y yo aguantamos el tipo. A las 7:30 exactamente, aterrizamos en el aeropuerto de Ciampino, que se encuentra a unos veinte kilómetros de Roma. Lo primero que hicimos fue informarnos sobre cómo llegar a la ciudad; de entre las variantes que había, cogimos la más barata (y, posiblemente, la más rápida), que consistía en tomar un autobús hasta la estación de tren de Ciampino y, luego, un cercanías hasta Roma.
Sobre las 8:15, nos bajamos en la estación de Termini de Roma. Tras ver los horarios de los trenes para saber a qué hora tendríamos que estar allí de nuevo para volver al aeropuerto, fuimos a desayunar a una cafetería de la estación, que el cuerpo ya iba pidiendo comida. Ya por último, compramos un plano de Roma para poder guiarnos y llegar a los monumentos que íbamos a visitar lo antes posible.

8:45
Nuestro primer destino era la iglesia de San Pietro in Vincoli (traducido, San Pedro encadenado). Para llegar allí, bajamos por Vía Cavour; en el camino, pasamos por al lado de la Basílica de Santa María la Mayor, una de las cuatro basílicas mayores de Roma. Al final de la calle, tuvimos que subir una larga y empinada escalinata antes de llegar a la iglesia. En ella, pudimos contemplar la conocida estatua del Moisés de Miguel Ángel, que forma parte del monumento funerario y tumba del papa Julio II. Cerca de la estatua, hay una especie de máquina tragaperras para que, al abonar una cierta cantidad, se ilumine; nosotros aprovechamos que otros turistas ya habían pagado para hacer algunas fotos. En el altar principal, dentro de una pequeña urna, también pudimos ver las cadenas de San Pedro, con las que, se supone, fue atado cuando estuvo encarcelado en Jerusalén.
Apenas unos minutos después de salir de la iglesia y doblar un par de calles, nos encontramos de frente el imponente Coliseo. Es enorme, más o menos como yo me lo imaginaba, aunque creía que estaba un poco menos deteriorado. No teníamos pensado entrar en el Coliseo, por el tiempo del que disponíamos, así que nos conformamos con asomarnos a los arcos del anfiteatro e intuir lo que había dentro. Justo al lado, se encontraba el Arco de Constantino, también bastante grande por cierto, y nos hicimos algunas fotos con el Arco y el Coliseo de fondo. Nuestra siguiente parada era el Foro Romano y el Palatino, que está enfrente; nos llevamos una sorpresa, ya que no sabíamos que había que pagar para entrar, pero mayor fue la sorpresa cuando nos enteramos de que la entrada incluía la visita al Coliseo, así que no nos lo pensamos, ya que por 7'5 euros teníamos la entrada combinada y nos ahorraríamos la cola del Coliseo. No obstante, Leti tenía que pagar el precio normal de la entrada (12 euros creo recordar), ya que al tener 25 años no podía beneficiarse del descuento, pero, como no los aparenta mucho, David y yo entregamos primero nuestros DNIs con el fin de que la taquillera no prestase mucha atención al de ella... ¡y lo conseguimos! Leti sólo tuvo que pagar lo mismo que nosotros.
El Palatino se encuentra en una de las siete colinas de Roma, y desde allí se puede divisar las cúpulas de varias iglesias y basílicas de la ciudad, el Foro y el Circo Máximo, que, antiguamente, era una pista de carreras y que ahora ha quedado como un parque; en lo que es el Palatino, podemos contemplar los restos de varios palacios (de ahí el nombre), un estadio, etc. A continuación, bajamos al Foro Romano, el eje central de la antigua Roma, en el que se desarrollaban el comercio, la justicia, etc. Gran parte de los elementos arquitectónicos del Foro están semiderruidos, pero el tamaño que conservan algunos de ellos da muestras de la grandiosidad que alcanzó este lugar. Entre los restos, destacan sobre todo las columnas que formaban parte de los templos, los arcos de Tito y Severo Séptimo, la enorme Basílica de Majencio y varias estatuas repartidas por la zona. Tras hacernos algunas fotos, nos dirigimos al Coliseo.

11:15
Como dije antes, no tuvimos que hacer cola para entrar en el Coliseo, ya que, con la entrada del Palatino y del Foro, lo podíamos evitar. Tras acceder por los pasillos interiores, pasamos por una de las bocanas que llegan hasta el graderío para contemplar el Coliseo por dentro. Aquello era enorme, como un campo de fútbol ahora, aunque la forma ovalada puede dar la impresión de que es más pequeño. El anillo inferior estaba repleto de turistas, por lo que fue algo complicado hacerse una foto a esa altura sin que nadie entorpeciera. En ese momento, me llamó mi padre al móvil para preguntarme qué había visto ya y cómo me lo estaba pasando.
Luego, subimos a la grada superior, desde donde se podía admirar mucho mejor la grandeza de este monumento. Mientras recorríamos todo el perímetro del Coliseo, de vez en cuando nos asomábamos a los arcos de la fachada, con vistas al Arco de Constantino y al Foro Romano. Gracias a la altura a la que nos encontrábamos, podíamos apreciar el subsuelo, una maraña de túneles y laberintos donde esperaban los gladiadores para salir a la plataforma a batallar; dicha plataforma, que era de madera y estaba cubierta de arena, ya no existe como tal, aunque hay una parte del óvalo que lo simula para imaginarnos cómo quedaría por aquel entonces.
Tras rodear el anfiteatro por completo, bajamos de nuevo al graderío inferior para salir a la calle, que, en ese momento, estaba cortada al tráfico, por lo que aprovechamos para hacernos algunas fotos con el Coliseo de fondo. A continuación, avanzamos por la Vía dei Fori Imperiali; una de las aceras limita con el Foro, y en sus paredes se puede ver, a través de una serie de mapas, la evolución del Imperio Romano, desde sus inicios hasta su máxima expansión. La otra acera tiene vistas al Foro de Trajano y al de Augusto, del mismo estilo que el que visitamos antes aunque más pequeños; además, había varias estatuas de bronce de algunos de los emperadores más famosos, como Julio César.
Al final de la avenida, llegamos a la Piazza Venezia, donde se encuentra el Altar de la Patria (o 'Tartufo', como lo llamaba David), un gran edificio de mármol blanco dedicado al que fue el primer de Italia tras su reunificación en 1870, Victor Manuel II. Al mismo tiempo, sirve para rendir homenaje a los soldados que murieron por la patria, ya que varios soldados vestidos de gala custodian día y noche una llama en su memoria. El edificio en sí choca un poco porque es muy distinto al resto de monumentos, aunque a mí me recordó al tipo de arquitectura que se puede ver en Estados Unidos, del estilo de la Casa Blanca o el Capitolio. En la misma plaza, enfrente de uno de los laterales del Altar, vimos también la Columna de Trajano, con una estatua del emperador en lo más alto.

12:30
De allí, fuimos en busca del Panteón; tiramos por la Vía del Corso y, tras tomar una de las bocacalles, llegamos a la Piazza della Rotonda, donde se encuentra el conocido edificio. Este templo, dedicado a todos los dioses (de ahí su nombre), tiene unas características muy particulares, ya que el diámetro del cilindro interior coincide con su altura y la cúpula es la mayor jamás construida; además, esta tiene un óculo central de casi 9 metros por donde pasa tanto la luz como la lluvia, aunque esto no es problema, ya que el suelo tiene pequeñas perforaciones que permiten filtrar el agua. El interior del Panteón está compuesto principalmente de capillas y tumbas, como las de Victor Manuel II, su mujer y su hijo. Parece mentira que, después de dos mil años, este monumento esté tan bien conservado y que, con los medios que había en aquel entonces, comparados con los de ahora, se haya podido levantar una cúpula tan grande y perfecta.
A continuación, tras callejear un poco, llegamos a la Piazza Navona, una de las más importantes de Roma, y donde, casualmente, se estaba rodando un anuncio o algo por el estilo. La plaza es un tanto peculiar, ya que tiene forma alargada, debido a que, en tiempos del Imperio Romano, era un estadio; actualmente, en lugar de lo que serían las gradas, son iglesias y palacios los que rodean esta plaza barroca, que es conocida sobre todo por las tres grandes fuentes que hay esculpidas en ella: la de Neptuno, la del Moro y la de los Cuatro Ríos, que se sitúa en el centro y que está coronada por un obelisco egipcio.
Nuestro siguiente destino era la Ciudad del Vaticano; para ir hasta allí, cruzamos el río Tíber por el Puente Sant'Angelo, que se llama así porque, en la otra orilla, está el famoso castillo del mismo nombre. El puente, que me encantó, está adornado con diez estatuas de ángeles que portan varios elementos de la Pasión de Cristo, como la corona de espinas, el sudario o la cruz; además, desde allí ya conseguíamos divisar la cúpula de la Basílica de San Pedro.
Continuamos por la conocida Vía della Conciliazione, que termina en la entrada al Vaticano, concretamente en la Plaza de San Pedro, donde nos hicimos varios fotos con la magnífica fachada de la Basílica de fondo. Y qué decir de la plaza, con esa forma de abrazo con el que nos parece recibir, con ese obelisco que lo preside, con esas dos interminables hileras de columnas rematadas por esculturas... Ya era la una y media, así que nos sentamos en la plaza para comernos los bocadillos que nos habíamos preparado esa misma mañana, aunque, más que bocadillos, eran chicles de jamón y queso.

14:00
Antes de visitar la Basílica, David aprovechó que había una fuente en la Plaza de San Pedro para 'bautizar' a Leti con agua del Vaticano. Tras hacernos algunas fotos más, nos pusimos en la cola para entrar en la Basílica de San Pedro; sólo fueron quince minutos de espera, muchos menos de los que yo me esperaba, y en parte es porque hay que pasar por un detector de metales.
Y llegó el momento de entrar. Me quedé boquiabierto. Nunca imaginé que el interior de la Basílica fuese así. Era escandalosamente inmenso. David porque ya había estado antes, pero Leti y yo nos asombramos con lo que estábamos viendo por primera vez.
Nada más entrar, a mano derecha, se encuentra, tras un cristal protector, la Piedad de Miguel Ángel, una escultura bellísima que representa una escena tan conmovedora y que me cautivó desde el primer momento. Ésta fue la primera gran obra del artista florentino (precisamente, la única que firmó), y la hizo con tan sólo 24 años, lo que le otorga más mérito. Las dos naves laterales son un continuo pasillo de obras de incalculable valor: cuadros, enormes esculturas de bronce y mármol que recuerdan a antiguos papas, capillas, sarcófagos, etc. Bajo la cúpula, se encuentra el espectacular baldaquino de bronce de Bernini, justo encima de la tumba de San Pedro, donde se dice que se encuentran los restos del discípulo de Jesús. Al fondo de la nave central, se puede ver el Altar de la Cátedra de Pedro, el símbolo de la potestad del Papa, que está compuesto por un trono de madera que, según la leyenda, fue utilizado por el mismo San Pedro; en la parte superior, una nube de ángeles rodea doce rayos (uno por cada apóstol) que salen de una paloma dorada (el Espíritu Santo).
A continuación, accedimos a los bajos de la Basílica, donde pudimos ver una gran placa de mármol donde están grabados los nombres de todos los sumos pontífices que ha habido a lo largo de la historia. De vuelta a la planta principal, seguimos admirando la grandiosidad de este monumento, con el techo dorado y el suelo lleno de inscripciones y escudos papales. Después, bajamos a las grutas vaticanas, donde se encuentran enterrados todos los papas, desde San Pedro hasta el último, Juan Pablo II.
De la Basílica de San Pedro, sólo nos quedaba por visitar la cúpula, y para ello teníamos que pagar; había dos opciones: subir andando todas las escaleras o tomar un ascensor que llega hasta la terraza del templo, justo en la base de la cúpula. Aunque esta opción era más cara (siete euros creo recordar), nos decantamos por ella, ya que el cansancio empezaba a notarse y no había ganas de subir los más de 130 metros de altura de la cúpula. Como he dicho, el ascensor nos dejó en la azotea de la Basílica; desde ahí, accedimos al interior de la enorme cúpula, donde pudimos apreciar la grandiosidad del templo y a las personas que allí se encontraban, que, desde esa altura, parecían hormiguitas. Ahora teníamos que subir andando hasta lo más alto, pero cuánto costó. Las escaleras eran estrechas y la distancia entre las paredes apenas dejaba sitio para que pasara una persona; además, como la cúpula tiene forma de semiesfera, conforme vas subiendo tienes que inclinarte más y más y andar casi de lado. Tras diez minutos de angosta subida, por fin llegamos a la cima de la cúpula para disfrutar de unas maravillosas vistas de la ciudad de Roma. Desde esa altura, podíamos divisar el Altar de la Patria de la Piazza Venezia, el Coliseo, el Panteón, el Tíber, etc.; además, toda la Ciudad del Vaticano: la Plaza de San Pedro, el edificio de la Capilla Sixtina y los Museos Vaticanos (prácticamente, lo único importante de Roma que no íbamos a visitar en este frenético día), los jardines y dependencias del Papa... Nos hicimos varias fotos con estos espléndidos fondos y, tras la correspondiente bajada por el mismo angosto camino de antes y tomar el ascensor, volvimos a la Plaza de San Pedro para seguir con nuestra visita a Roma.

16:15
En la Vía della Conciliazione, entramos en una tienda de souvenirs para comprarnos algún recuerdo de Roma; los tres buscábamos una camiseta (en mi caso, porque es lo que siempre me compro cuando visito una ciudad), pero no había ninguna que nos gustase. Pasado el Castello Sant'Angelo, vimos unos puestos donde también vendían souvenirs, y allí sí encontramos camisetas de nuestro gusto. En concreto, yo de me compré una con el famoso 'Hombre de Vitrubio' de Leonardo da Vinci estampado, y sólo me costó 5 euros; cogí la talla más grande que había, pero resulta que, cuando me la probé al día siguiente en el piso de Leti y David, me quedaba un poco pequeña.
Tras nuestra compra, seguimos bordeando el Tíber pasando por el Tribunal de Justicia hasta llegar al Puente Cavour, donde cruzamos el río. Al final de dicho puente, vimos dos iglesias, la de San Girolamo degli Schiavoni y la de San Rocco. Justo al lado se encuentra el Ara Pacis, un monumento conmemorativo de la época del Imperio Romano, y que teníamos pensado visitar, pero la entrada costaba casi 5 euros, y decidimos que no merecía la pena, más que nada porque es solamente una piedra grande y cuadrada y porque prácticamente se podía ver a través de los cristales del edificio donde se conserva.
Nuestro próximo destino era la Piazza del Popolo, adonde llegamos cogiendo por la Vía di Ripetta. Al igual que muchas plazas de Roma, ésta también está presidida por un obelisco egipcio, aunque lo que más la caracteriza son las dos iglesias gemelas que hay a la entrada: la de Santa Maria dei Miracoli y la de Santa Maria in Montesanto; además, al otro lado de la plaza, se encuentran la Porta del Popolo y la iglesia de Santa Maria del Popolo.
A continuación, tiramos por la Vía del Babuino, que desemboca en otra de las grandes plazas de la ciudad, la Piazza di Spagna, famosísima por su gran escalinata, donde nos hicimos varias fotos. A los pies de ella se encuentra la Fontana della Barcaccia, y, en el otro extremo de la plaza, la columna de la Inmaculada Concepción y la Embajada española, que por eso se llama así esta plaza.

17:30
El cansancio ya se iba notando cada vez más, así que, como además íbamos bastante bien de tiempo y no nos quedaba mucho por ver, nos tomamos el resto del día un poco más relajado. De camino a la Fontana de Trevi, nos tomamos un helado, que en Italia tiene bastante fama, y la verdad es que estaba muy bueno.
Ya estaba cayendo el atardecer cuando llegamos a la Fontana de Trevi, que se encuentra en una plaza más pequeña de lo que me imaginaba; como era de esperar, estaba abarrotada, por lo que era casi imposible dar dos pasos sin chocar con alguien. La fuente es realmente impresionante, en gran parte porque se encuentra en la fachada de un palacio y por la gran amplitud de la escena que se representa, con Neptuno domando a dos caballos que tiran de su carroza guiados por sendos tritones. Antes de irnos, los tres cumplimos con la costumbre de arrojar una moneda de espaldas a la Fontana, ya que se dice que el que lo hace algún día volverá a Roma (y conmigo se va a cumplir, ya que, en octubre, estaré unos días en la 'ciudad eterna').
Después, entramos en una iglesia que hay en la plaza, y aprovechamos los bancos que había dentro para descansar unos minutos, además de verla, claro está. Seguidamente, tiramos por Vía del Corso hasta volver a la Piazza Venezia, donde vimos de nuevo el Altar de la Patria, aunque ahora, como ya era de noche, estaba iluminado; la estampa era espectacular, así que no dudé en tomar unas cuantas fotos.
Bordeando el Altar por su lado izquierdo, llegamos a la Cordonata Capitolina, una larga y empinada escalinata adornada con grandes esculturas que llega hasta la Piazza del Campidoglio. Esta plaza está presidida por una estatua ecuestre del emperador Marco Aurelio, y en ella también se encuentran el Palazzo Senatorio, donde tiene su sede el Ayuntamiento de Roma, y los Museos Capitolinos, que, entre otras muchas obras, conserva la figura de bronce de la Loba Capitolina. Nosotros nos conformamos con ver una copia que hay en la plaza.
Tras bordear por detrás el Altar de la Patria, acabamos en la Vía dei Fori Imperiali. Estábamos tan cansados y nos dolían tanto los pies que tuvimos que sentarnos cerca de media hora en un banco que vimos en la calle. La visita a Roma estaba prácticamente concluida e íbamos muy bien de tiempo, habiendo visto todo lo que habíamos planificado el día anterior (incluso más, porque la visita al Coliseo y la subida a la cúpula de la Basílica de San Pedro no estaban previstas).

19:00
Andamos lo que restaba de la Vía dei Fori Imperiali hasta llegar al Coliseo. Allí nos encontramos a una modelo posando y acompañada de varios fotógrafos. Creíamos que, como ya era de noche, iba a estar iluminado, pero sólo lo estaba el piso inferior, así que hicimos tiempo paseando por los alrededores y viendo de nuevo el Arco de Constantino. Cuando terminamos de rodear el Coliseo, terminó de iluminarse por completo, y, al igual que pasó antes con el Altar de la Patria, la estampa era bellísima, así que nos hicimos varias fotos a modo de despedida con el monumento más representativo de Roma.
Definitivamente, nuestra visita a Roma había concluido. Subimos Vía Cavour, la misma calle con la que empezamos el día, para ir a Termini, donde cogimos un cercanías con destino la estación de tren de Ciampino. Una vez allí, tuvimos que esperar cerca de media hora al autobús que nos llevaría al aeropuerto, ya que el último salió apenas unos minutos antes de que llegase el tren. De nuevo, aprovechamos esa larga espera para descansar, sobre todo Leti, que ya estaba medio dormida.

21:15
Ya estábamos en el aeropuerto de Ciampino, y con una hora y media por delante antes de que saliera nuestro avión. Leti se dedicó a pesarse en el mostrador de facturación (no os voy a decir cuánto, por si acaso se cabrea) y después nos pusimos a cenar los maravillosos bocadillos-chicle de jamón y queso que nos sobraron del almuerzo.
A continuación, fuimos a la sala de espera previo paso por el arco de seguridad (yo, con la experiencia previa del vuelo Málaga-Milán, ya iba sin el cinturón y sin los zapatos para ahorrarme el pitido del arco y el correspondiente cacheo). Mientras esperábamos la llamada para embarcar, estuvimos viendo las fotos que habíamos tomado a lo largo de este intenso y productivo día; en cuanto llamaron para el embarque, nos pusimos los primeros en la cola, al igual que por la mañana, para poder sentarnos en los mejores asientos del avión, como de nuevo conseguimos.

22:45
Ryanair fue puntual otra vez, y el avión despegó a la hora prevista. Durante el vuelo, intenté hacer algunas fotos, pero, como no se veía nada, sólo oscuridad, guardé la cámara. Leti estuvo todo el vuelo durmiendo, y David casi que también; yo estaba que se me caían los párpados y acabé echándome una pequeña cabezada. Por cierto, que antes no lo comenté: tanto el vuelo de ida como el de vuelta me costaron solamente 0'99€ cada uno. Cuando Leti me dijo que los había conseguido por ese precio, no me lo creí.
Sobre las 23:45, aterrizamos en el aeropuerto de Bérgamo. Al poco de salir de la terminal, cogimos el autobús que conecta dicho aeropuerto con la Stazione Centrale de Milán. Durante el trayecto, de casi una hora, nos quedamos fritos, y es que llavábamos prácticamente un día despiertos. Una vez ya en Milán, sólo nos quedaba tomar un taxi hasta el piso de David y Leti, al que llegamos a la 1:30 aproximadamente. Fue ver la cama y caer rendidos en ella para dormirnos casi al instante. Y se acabó un día inolvidable.

Nota: os pido perdón por haber tardado tanto en publicar esta entrada. Tenía previsto publicarla allá por el mes de marzo, pero no la he podido tener terminada hasta hoy. Entre que la Semana Santa ocupaba todo mi interés, y que, desde entonces, no he parado entre los estudios y el trabajo (como ya comentado por aquí más de una vez), pues apenas he tenido tiempo de redactar con tranquilidad este tercer día de mi viaje a Italia. Y también os pido perdón si consideráis que la entrada es excesivamente larga, pero, para mí, este día fue irrepetible y tenía que dedicarle una entrada como ésta. Espero que los otros tres días del viaje que me quedan por contar pueda publicarlos antes de irme de nuevo a Roma, a principios de octubre. Hasta la próxima entrada ;)

miércoles, 12 de agosto de 2009

Segundo en el estreno en el Trivial del Mulse

El pasado lunes fui por primera vez al Trivial que organiza el 'Mulse', un bar-restaurante de Rincón de la Victoria, el pueblo donde veraneo, y el estreno fue casi inmejorable, ya que quedé en segunda posición junto con Pablo (un amigo de los hermanos de mi amigo Jose) y sus amigos Rafa y Clara. Si el tercer puesto del otro día en el 'Celtic Cross' fue inesperado, el de ayer lo fue aún más.
El Trivial del 'Mulse' tiene una mecánica un poco diferente a la del 'Celtic Cross', ya que se compone de ocho bloques temáticos y se hacen hasta 56 preguntas. El primer bloque era sobre geografía, gastronomía y banderas, y no nos fue nada mal, ya que sólo tuvimos dudas en dos o tres de las ocho preguntas; en el siguiente (cine, televisión, cotilleos y música), no estuvimos tan inspirados, más que nada porque las películas sobre las que se hicieron preguntas se filmaron cuando ninguno de nosotros habíamos nacido. Al final de este bloque, el organizador del juego recogió las respuestas de los grupos para corregirlas. Algunas de las preguntas de estos dos primeros bloques fueron éstas:
  • ¿En qué océano se encuentran las Islas Marianas?
  • ¿Cuál es el ingrediente principal del falafel?
  • ¿Qué dos países sudamericanos no tienen frontera con Brasil?
  • ¿Con qué película ganó en 1985 el Oscar al mejor director Milos Forman?
  • ¿Quién cantaba el tema principal de 'Fama'?
  • ¿Cómo se llama la hija de 'El Cordobés' y Vicky Martín Berrocal?
En la primera corrección obtuvimos 10 puntos de 16 posibles; no lo habíamos hecho del todo mal, pero se antojaba corto para llegar al podio, porque esa misma tarde vi un blog de un grupo que había ganado en este Trivial y lo hicieron con 48 puntos. El bloque de ciencias nos fue muy bien, ya que respondimos a las ocho preguntas casi al instante y con total seguridad. Todo lo contrario que el de historia y actualidad, donde apenas sabíamos un par de ellas; además, las dos imágenes que pusieron en la televisión eran de sendos personajes españoles de comienzos del siglo XX, o, al menos, eso deduje, ya que estaban en blanco y negro, y acertarlas era más bien complicado. Seguidamente, el organizador del Trivial se pasó por las mesas para corregir estos dos últimos bloques; algunas de las preguntas que se hicieron fueron las siguientes:
  • ¿Cuál es el valor del número 'e'?
  • ¿Qué prefijo griego significa 'interno'?
  • ¿Qué medida anglosajona equivale a 0'9144 metros?
  • ¿Qué significado tiene el punto rojo que llevan algunas mujeres indias en la frente?
  • ¿Qué animal es el símbolo de los republicanos de EE.UU.?
  • ¿Cómo se llama el yate de la Familia Real española?
En esta corrección también obtuvimos 10 puntos, con un pleno en las ocho preguntas de ciencias. Al igual que antes, veíamos que eran pocos puntos para quedar entre los tres primeros, pero estábamos allí para intentarlo. El siguiente bloque era sobre arte, literatura y mitología, y nos fue regular, ya que apenas estábamos seguros de dos preguntas; las dos imágenes que pusieron (una pintura y una escultura) no nos sonaban mucho, aunque respondimos algo por si acaso. Antes de la tercera corrección, tocaba el bloque de preguntas sobre deporte, ocio, juegos y pasatiempos, donde yo tenía esperanzas de remontar en parte la puntuación que teníamos hasta el momento, pero ocurrió todo lo contrario: acabó siendo una masacre. Sólo un acierto y otros tres en arte, literatura y mitología, por lo que el podio quedaba totalmente descartado. Éstas fueron algunas de las preguntas de estos dos últimos bloques:
  • ¿Cuál es el libro más conocido de Maquiavelo?
  • ¿Qué monumento de París recuerda al Soldado Desconocido?
  • ¿Cuál era la diosa griega de las flores?
  • ¿De qué país era el tenista Ivan Lendl?
  • ¿Qué significado tenía en la Antigua Grecia la palabra 'gimnasta'?
  • ¿Cuál es el deporte rey de Canadá?
Los dos últimos bloques de la noche consistían en adivinar el intérprete de cuatro canciones de música española o en lengua inglesa y cuatro bandas sonoras de películas o de series de televisión. En el primero de los bloques, sólo nos sonaban un par de canciones, y, curiosamente, no acertamos ninguna de ellas, sino una que contestamos al azar; mientras tanto, conseguimos dos puntos por sendas bandas sonoras que supe con sólo escuchar sus primeros segundos.
En resumen, que nuestra puntuación final fue de 27 puntos, apenas la mitad de lo que se podía obtener. Ya teníamos asumido que el podio era imposible, teniendo en cuenta lo que había leído en el blog que comenté antes. Al momento, el organizador del Trivial pasó a detallar el podio: "En tercer lugar, con 26 puntos..." Los cuatro nos miramos incrédulos, no nos creíamos lo que habíamos escuchado: íbamos a quedar segundos. Nos felicitamos y, enseguida, se confirmó la inesperada sorpresa: "En segunda posición, 'Homer rules' con 27 puntos". El grupo ganador lo hizo con 32 puntos, bastante alejados de nosotros. Y las sorpresas podrían no terminar ahí, ya que también se sorteaba entre todos los grupos una cena para dos personas en el restaurante, pero no nos tocó, bastante que quedamos segundos sin esperarlo...
Nos acercamos a la barra para recoger nuestro premio, que se componía de unas chanclas, una camiseta, dos polos, dos gorras y una especie de bandolera; en el reparto, me quedé con un polo y una gorra. El próximo lunes intentaremos subir al último escalón de ese podio al que no creíamos que íbamos a llegar.

sábado, 8 de agosto de 2009

Tercero por tercera vez

Anoche fui al 'Celtic Cross' con Jose, Miguel, Pepe e Isra y quedamos terceros en el Trivial de forma inesperada, ya que las preguntas fueron bastante difíciles y, con la puntuación que obtuvimos, no confiábamos en llegar al podio.
Ayer no fue Gustavo quien hacía las preguntas, ya que estaba de vacaciones, así que fue uno del propio pub quién se encargó de ello; además, la mecánica del juego varió un poco. El primer bloque se componía de cinco preguntas de deportes, de las cuales sólo sabíamos con seguridad una de ellas; del resto teníamos algunas dudas, aunque nos sonaban, por lo que respondimos por si acaso caía alguna. El segundo bloque era sobre cine, y aquí sí que nos fue más que mal, ya que una de las preguntas la supimos de inmediato, pero las otras cuatro eran casi imposibles de acertar para nosotros. A continuación, tocaban las imágenes, que tenían cierta dificultad. La primera era la escena de una película de los 70 totalmente desconocida debido a nuestra juventud; las tres siguientes las supimos casi de inmediato y la última necesitó de una pista por parte del árbitro del juego, ya que había que adivinar qué cantante era el niño que salía en la foto.
La primera corrección salió más o menos como esperábamos, es decir, pocos aciertos, sólo ocho, apenas la mitad de lo que ya se había preguntado; además, el grupo que estaba a nuestro lado ya tenía once puntos, así que el podio estaba, cuanto menos, complicado. El siguiente bloque fue el de música, donde, por primera vez, conocíamos todas las canciones (especialmente Jose), que ayer eran sobre series de televisión. El último bloque era el más largo de todos, con diez preguntas de todo tipo (historia, geografía, televisión...); no estuvimos tan inspirados como con la música, ya que había tres o cuatro bastante dudosas, pero en general no era muy complicado.
El chico del pub se llevó las respuestas de todos los grupos (éramos unos ocho o diez) para corregirlas, y, mientras tanto, estuvimos comentando con el grupo de al lado algunas de las preguntas que se habían hecho. Al rato, llegó la corrección final, y obtuvimos 20 puntos, mientras que nuestros 'vecinos' llegaron a los 24; el podio lo dimos por perdido. A continuación, se dieron las soluciones a todas las preguntas y se pasó a detallar el podio... ¡y quedamos terceros empatados con otro grupo! Para nada nos lo esperábamos por la baja puntuación que teníamos; además, el grupo de al lado quedó segundo y el campeón lo hizo con 29 puntos, o lo que es lo mismo, sólo tres fallos en toda la noche. Para deshacer el empate del tercer puesto, el chico del pub preguntó la altura del Everest; el grupo que más se acercase a la solución, sería el que quedase finalmente en tercera posición. Y fuimos nosotros, ya que clavé la solución: 8.848 metros. Nuestro premio fue una ronda de chupitos; además, en un bonito gesto, nuestro grupo vecino nos invitó a probar un poco de la botella de champán que se ganaron con su segundo puesto.
Algunas de las preguntas de la noche de ayer fueron éstas:
  • ¿Cuántos jugadores componen un equipo de curling?
  • ¿En qué equipo español jugó Johan Cruyff además de en el Barcelona?
  • ¿En qué año nació Michael Schumacher?
  • ¿De qué ciudad es el Fulham inglés?
  • ¿Cómo se llama el perro de Indiana Jones?
  • ¿Cuál es el nombre del personaje protagonizado por Harrison Ford en 'Blade Runner'?
  • ¿Cómo se llama el chamán de 'El rey león'?
  • Sigue la siguiente serie numérica: 1, 11, 21, 1211, 111221, ¿?
  • ¿Cómo se llama el protagonista principal de 'El código Da Vinci'?
  • ¿De qué planeta procede Mr. Spock, de la película 'Star Trek'?
  • ¿Cuál es la capital de Armenia?
  • Según la mitología griega, ¿quién mató al minotauro?
  • ¿Cuál es el único personaje de 'Los Simpson' que tiene cinco dedos?
Ya es la tercera vez que quedo en tercera posición, y en apenas un mes; ya va siendo hora de escalar alguna posición en el podio, aunque para eso habrá que esperar unas semanas, ya que durante la Feria de Málaga no hay Trivial.

viernes, 7 de agosto de 2009

Asalto al tren Pelham 123

El pasado miércoles por la noche fui al Eroski con Miguel, Jose y sus dos hermanos para ver 'Asalto al tren Pelham 123', un remake de la película que dirigió Joseph Sargent en la década de los 70, y protagonizada por Denzel Washington (Walter Garber), John Travolta (Ryder), John Turturro (teniente Camonetti) y James Gandolfini (alcalde de Nueva York).
Walter Garber es un controlador del metro de Nueva York cuya tranquila jornada laboral se ve alterada por el secuestro de un vagón de metro de la línea Pelham 123. La banda de criminales liderada por Ryder exige un rescate de diez millones de dólares en un plazo de una hora, y amenaza con ejecutar a un rehén por cada minuto de retraso. Walter tratará alargar el plazo y disuadir a Ryder bajo la supervisión del teniente Camonetti y la intermediación del alcalde.
El film está bastante bien y no aburre en absoluto. No es la mejor película que ha protagonizado Denzel Washington, uno de mis actores favoritos, pero se le ve cómodo en su papel, y John Travolta encaja perfectamente en el papel de malo alocado y un tanto irónico. La crítica especializada no ha sido muy benevolente con esta cinta, más que nada porque todos coinciden en que la original es mucho mejor; yo, como no la he visto, no puedo ni opinar sobre ella ni ponerla en comparación con la actual. A pesar de las críticas, yo recomiendo ver la película, sobre todo teniendo en cuenta que el nivel cinematográfico en verano suele ser bastante bajo.

miércoles, 5 de agosto de 2009

¿Cada cuánto hay que echar a lavar un pijama?

No, no es una de esas 'preguntas con respuesta' que os hago de vez en cuando por aquí, ni tampoco quiero saber con qué frecuencia laváis el vuestro. '¿Cada cuánto hay que echar a lavar un pijama?' es el título del primer libro que me he leído este verano, escrito por 'El rey de las cosas pequeñas' Luis Piedrahita.
Divididos por temáticas, el autor presenta una serie de monólogos sobre aspectos de la vida cotidiana, como, por ejemplo, los bolsillos de los pantalones, que, como metas la mano en unos vaqueros, no la sacas; las servilletas de los bares, que no limpian nada; los vasos de Nocilla (¿quién no tiene más de uno en su casa?); los deportes que no son deportes, como el ajedrez, la vela o el billar; las cositas de los hoteles que siempre robamos, etc. Un sinfín de relatos de dos o tres páginas llenos de descaro y sinceridad por parte del autor.
El libro ha resultado ser como esperaba, es decir, muy divertido. El toque de humor de Piedrahita se entremezcla con la descripción de momentos y situaciones sobre estos detalles de cada día y con los que nos sentimos identificados cuando lo leemos. Es increíble cómo es posible que uno nunca se haya planteado las preguntas que se hace el autor: ¿por qué los bañadores son trajes de baño?, ¿por qué a veces nos ponemos el termómetro en el culo y otras en la boca?, ¿por qué la fecha de caducidad siempre hay que buscarla al dorso del envase? o ¿por qué no tienen nombre los topecillos blancos que hay debajo de la tapa del váter? Este último es, por cierto, el monólogo preferido de Luis; yo, sinceramente, no soy capaz de decidirme por uno en concreto, ya que la gran mayoría de ellos son, sencillamente, geniales. La única pega es que, como podéis suponer, los monólogos se disfrutan más escuchándolos, sobre todo si son de Piedrahita, y al leerlos siempre se pierde algo de gracia, lo cual no me impide recomendaros encarecidamente que consigáis este libro. Yo, al menos, ya tengo pensado comprarme otra recopilación de monólogos de Luis Piedrahita.
Por cierto, el que quiera decirnos cada cuánto lava su pijama, no tiene más que escribir un comentario...

lunes, 3 de agosto de 2009

Maldito junio

Ahora que junio ya queda relativamente lejos, estoy en disposición de narraros el que ha sido uno de los peores meses académicos de mi carrera universitaria.
Mis compañeros de clase y demás amigos me dirán que con tres notables y otros tantos sobresalientes de nada me puedo quejar, y tienen toda la razón, porque a mucha gente le gustaría sacar esas notas, pero para mí son un tanto mediocres teniendo en cuenta todo el esfuerzo y el tiempo que le he dedicado y todas las cosas que he dejado de hacer.
Desde que empezó el segundo cuatrimestre, he tenido que compaginar las asignaturas de la carrera con el puesto de becario, que, como os comenté en una entrada anterior, exigía veinte horas semanales. Yo sabía que esta nueva experiencia (semi)laboral me iba a quitar mucha tiempo de estudio, pero, al estar remunerado, algo compensaría. Nada más lejos de la realidad. Además de tiempo de estudio, he tenido que sacrificar el poder salir con mis amigos para ir al cine o a cenar, y es que, en apenas cuatro meses, sólo lo he hecho tres o cuatro veces. Las únicas vacaciones que me he tomado fueron en Semana Santa, porque esos días no los perdono por nada del mundo. Y ya está.
Llegaron los exámenes de junio. Me dije: después de tanta dedicación, tendré mi merecida recompensa con las notas que espero sacar. Iluso de mí. Sólo salí plenamente contento del primer examen, y, a partir de ahí, decepción tras decepción. Con el paso de los días, tenía menos ganas de sentarme a estudiar y más ganas de salir a la calle y darme una vuelta, aunque tuviera que soportar el sofocante calor de Málaga. Pero el deber es el deber, y yo soy de los que no se queda tranquilo hasta que no cumple con su deber.
La moral ya la tenía casi por los suelos, pero una mañana de jueves la terminó por hundir. La noche anterior estaba haciendo parte de un trabajo que teníamos que entregar entre cuatro compañeros; mi portátil se estaba quedando sin batería, así que lo conecté a la alimentación... y, al instante, ni el ratón ni el teclado respondían. Apagué manualmente el ordenador y lo reinicié. Mensaje del sistema: "El archivo 'C:\WINDOWS\System32\Config\System' no se encuentra o está dañado'". Perfecto, me quedo sin portátil en mitad de un trabajo. Ya era medianoche, así que a la mañana siguiente lo llevé a la tienda. En cuanto le expliqué al que me atendió lo que me había pasado, lo primero que me dijo fue que lo más seguro es que el disco duro estuviera roto. Le dejé el portátil para que lo probaran mientras yo iba a mi casa por el disco duro externo para salvar los datos, si es que se podía. Cuando volví, la cosa cambió... a peor: "Lo siento, el disco duro está cascado". La única manera de salvar los datos era enviar el disco duro a una empresa de Madrid que me cobraría unos 1.500€, pero sin garantía de recuperarlo todo. Me negué rotundamente. Me dijo también que el disco se había roto por culpa de un chispazo eléctrico, justo cuando enchufé el cable de alimentación la noche anterior.
Por culpa de ese chispazo, había perdido todo lo que había hecho en el último mes y medio de la carrera, además de las cerca de 10.000 fotos que había hecho en Semana Santa. Nada más salir de la tienda, me derrumbé. No pasó ni un minuto cuando empecé a llorar en medio de la calle en dirección a mi casa. Cuando llegué, no hice otra cosa que tumbarme en mi cama y pensar entre un mar de lágrimas en todo lo que había perdido, nada más y nada menos que casi dos meses de mi vida que no iba a poder recuperar. Como os podéis imaginar, me invadió una impotencia que nunca había llegado a sentir; no acababa de asimilar que el esfuerzo empleado durante esas últimas semanas no iba a servir para nada, sólo para destrozarme durante unas horas...
Porque sólo fueron unas horas. Estuve toda la mañana rezando porque, de una forma u otra, este destino cruel tuviera otro final. Una llamada poco antes de comer me devolvió la ilusión. Era de la tienda. Tras haberlo intentado una veintena de veces, habían conseguido acceder al disco duro. En dos minutos, me planté allí con mi disco duro externo para salvar todo lo que se pudiera. Es increíble cómo, en una sola mañana, pasé de renunciar a todo lo que me quedaba por delante a dibujar en mi cara una sonrisa que creía iba a tardar mucho más en volver. A pesar de este final feliz, me iba a quedar sin portátil durante cerca de dos semanas, y todavía quedaba un examen y dos trabajos que terminar, y me las tenía que apañar con el sobremesa, que, con el paso de los días, anda más bien para atrás. Tanto, que el lunes siguiente lo tuve que llevar a la tienda, por lo que estuve cuatro días sin ordenador. Eso me obligó a terminar los trabajos en el último momento, a apenas horas de que acabase el plazo para entregarlos.
Y las calificaciones finales fueron llegando poco a poco. Más o menos era lo que me esperaba después de cómo había salido de los exámenes, pero en nada se parecía a lo que tenía previsto sacar y que, desde mi humilde y honesta opinión, me merecía. El colmo fue ver que sólo tenía un 5'5 en el primer examen, del que salí bastante contento. Fui a revisión, y resulta que confundí un 5 por un 2 en el primer apartado de un problema, y ya por eso lo tenía mal entero; menos mal que le hice ver al profesor que, suponiendo que ese apartado lo tuviera bien, el resto también lo estaba, como así fue, para, al menos, rescatar la mitad del problema. Como dije al principio de la entrada, el balance final ha sido de tres notables y tres sobresalientes, en parte por despistes como este último, por bajones como el que he comentado o porque el profesor es como es, o una mezcla de todo lo anterior. En fin, que ese balance tenía que haber sido, sin exagerar, de cuatro sobresalientes y dos matrículas de honor, a tenor de todo lo que realmente sabía de cada asignatura y de todo lo que había estudiado.
El mes de junio terminó con otra 'mala' noticia. Una vez terminados los exámenes, me reuní con mi profesor de la beca, ya que me había liberado del trabajo durante este mes para poder estudiar más tranquilo y teníamos que hablar para planificar el horario de trabajo de julio. Si no había tenido suficiente con todo lo que me había pasado en las últimas cuatro semanas, ahora tendría que dedicarle siete horas diarias a la beca para recuperar el tiempo perdido en junio, o lo que es lo mismo, levantarse a las 6:30 de lunes a viernes y regresar a casa sobre las 16:30. La mitad de los días no he tenido más remedio que echarme una siesta después de comer, cosa que no había hecho casi nunca en los últimos años, para descansar algo. Menos mal que desde el viernes por la tarde ya estoy de vacaciones...
Para terminar, voy a dar la nota positiva de la entrada, que me está quedando muy triste. A primeros de mes, compré los vuelos para ir en octubre a Roma. Dos compañeros de la facultad se van de Erasmus el curso que viene a Milán, y, como vimos que los billetes de avión estaban baratos en esa fecha, no lo pensamos un momento. Los cuatro vuelos que tengo que coger (Málaga-Milán, Milán-Roma, y regreso) me han salido por sólo 47'95€, aunque, en verdad, sólo costaba en total 25'95€, los otros 22 euros son por pagar con Visa. Además, tres amigos míos se han unido también a este viaje, así que todo apunta que los cuatro días que voy a estar en Roma van a ser de los mejores de mi vida. Ironías del destino, todavía no he terminado de contaros mi viaje a Italia del pasado mes de febrero (en unos días espero terminar de escribir la entrada sobre el día que estuve en Roma) y en menos de un año voy a volver. ¡Bendita ironía!