jueves, 22 de diciembre de 2016

No es mío, pero es interesante (XCVII)

Aquí tenemos una nueva entrega de 'No es mío, pero es interesante', una sección en la que os recomiendo las entradas de otros blogs y webs que más me han interesado en las últimas semanas. Como siempre, algunos de estos blogs han conseguido colar más de un post, como son los casos de Microsiervos y Fogonazos, con nueve y tres aportaciones, respectivamente. Y también hay variedad, como de costumbre: matemáticas, ciencia, astronomía, curiosidades, vídeos, etc.
Echémosle un vistazo a los enlaces de esta entrega:
¿Os han gustado las recomendaciones de esta entrega? Espero que así haya sido y que me lo hagáis saber a través de un comentario ;)

martes, 6 de diciembre de 2016

Los profesores trabajamos poco

La afirmación que da título a esta entrada, que "los profesores trabajamos poco", es probablemente la más repetida por la gran mayoría de la sociedad cuando tiene que decir algo acerca del colectivo de trabajadores al cual pertenezco. Bueno, la de que "los profesores tenemos muchas vacaciones" podría competir de tú a tú con la del título, así que digamos que hay un empate técnico entre ambas. Tanto una como la otra las llevo escuchando desde mucho antes de que hace algo más de cuatro años empezase a ejercer la docencia en un colegio concertado. Yo soy profesor porque me gusta, porque es mi vocación desde que tengo uso de razón, pero claro, cuando un servidor escuchaba este tipo de comentarios se preguntaba cuánto había de verdad y de mentira en ellos.
Después de tres cursos completos en un colegio concertado y lo que llevo de éste en un instituto público, previo año de estudio para poder aprobar con plaza las Oposiciones, no puedo estar más en desacuerdo con ambas afirmaciones. Quizás habría que matizar una cosa antes de entrar en el meollo de este post, y es que es totalmente cierto eso de que los profesores disfrutamos de más vacaciones que los demás trabajadores (no sé a ciencia cierta si realmente más que ninguna otra profesión), puesto que tenemos las de Navidad, Semana Blanca, Semana Santa, los meses de julio y agosto (lo de julio me contaron hace poco que era a cambio de cobrar menos, pero no vamos a entrar en ese detalle), y a veces algún que otro puente. Dejadme que yo añada otro matiz más, porque, basándome en mi todavía corta experiencia, buena parte de esas vacaciones tan largas y exclusivas las he pasado trabajando en casa, por lo que a lo mejor no son tan espléndidas como se cuenta en la calle.
Cansado ya de escuchar tantos comentarios gratuitos acerca de nuestra labor docente, que según parece se ciñe única y exclusivamente a pasar unas 20 horas a la semana explicando delante de una pizarra y alguna que otra por la tarde corrigiendo exámenes, decidí hace unos días que ahora me tocaba hablar a mí. Pensé que una buena manera de demostrar lo 'poco' que trabajamos los profesores era registrando las horas que yo le dedicaba durante una semana cualquiera a mi profesión y qué tareas hacía en cada una de esas horas. Y eso fue lo que hice la semana pasada. Desde el lunes 28 de noviembre hasta el domingo 4 de diciembre he ido anotando todos los intervalos horarios en los que he estado ejerciendo mi trabajo, bien fuese en el instituto, en mi casa o en el Centro de Profesorado al que tuve que ir una tarde para asistir a un curso presencial por ser funcionario en prácticas. He aquí el desglose de cada día:
  • Lunes (9 horas y 30 minutos): 8:00-11:30, 11:40-11:55, 12:00-13:15, 16:00-16:45, 17:00-19:35, 20:00-21:10.
  • Martes (12 horas y 15 minutos): 8:00-11:30, 11:45-15:00, 16:30-20:30, 22:30-0:00.
  • Miércoles (11 horas y 55 minutos): 8:00-11:30, 11:45-14:15, 16:10-19:40, 20:20-21:15, 23:00-0:30.
  • Jueves (12 horas y 55 minutos): 8:00-15:00, 17:00-21:45, 23:10-0:20.
  • Viernes (9 horas y 5 minutos): 8:00-11:30, 11:45-14:40, 17:20-19:30, 20:30-21:00.
  • Sábado (10 horas y 30 minutos): 7:45-11:30, 11:45-14:45, 18:45-21:00, 23:00-0:30.
  • Domingo (5 horas y 40 minutos): 11:45-14:25, 17:45-20:45.
  • TOTAL: 71 horas y 50 minutos.
Me vais a perdonar que no haya especificado qué he hecho concretamente en cada intervalo horario, pero lo he hecho así para no dar pistas de ciertos asuntos que afectan directamente al alumnado y a su privacidad. De todas formas, antes de analizar algunos detalles del desglose horario anterior, os enumero algunas de las tareas que realicé durante esa semana para que os hagáis una idea de la gran variedad de cosas que tiene que hacer un profesor más allá de dar clase y corregir exámenes (cosas de la vida, esa semana no tuve que corregir ningún examen, ya me tocará a partir de mañana):
  • Clases de Matemáticas en dos grupos de 1º ESO (bilingües), en dos grupos de 2º ESO (bilingües) y en un grupo de 3º ESO.
  • Visita del inspector en una de esas clases.
  • Clase de Tutoría.
  • Horas de guardia.
  • Hora de tutoría personalizada.
  • Reunión de departamento.
  • Reunión del Equipo de Bilingüismo.
  • Reunión con el Director para tratar diversos asuntos de mi tutoría.
  • Reuniones varias con la Jefa de Estudios para tratar diversos asuntos de mi tutoría.
  • Reunión con el Secretario para tratar diversos asuntos de mi tutoría.
  • Registrar partes y expulsiones, e informar a los padres vía Séneca o por teléfono.
  • Elaborar informes de tutoría de alumnos de mi tutoría.
  • Entrevistas con madres de mi tutoría.
  • Comentar con otros profesores información de alumnos de mi tutoría.
  • Informar a los alumnos de mi tutoría del Plan de Acompañamiento y apuntar a una alumna más a última hora.
  • Informar del seguimiento de alumnos repetidores a una tutora.
  • Rellenar varios informes de tutoría de alumnos de otros grupos.
  • Revisar correo electrónico: mensajes del instituto, del curso virtual para funcionarios en prácticas, etc.
  • Preparar clases de la semana.
  • Diseñar exámenes para cada grupo.
  • Corregir ficha de refuerzo para un alumno con Adaptación Curricular No Significativa.
  • Corregir trabajos voluntarios.
  • Registrar notas de clase (tareas de casa, actitud, trabajos...) en mis cuadernos de notas.
  • Registrar ausencias y retrasos en Séneca.
  • Curso de formación en el instituto.
  • Curso de formación para funcionarios en prácticas.
  • Curso virtual para funcionarios en prácticas.
  • Proyecto de Trabajo para funcionarios en prácticas.
  • Hablar con un par de alumnos de 4º ESO para una actividad que tienen que explicar en mi hora de Tutoría.
  • Charlar con una alumna que piensa que va a suspender Matemáticas.
  • Atender a una alumna que ha sufrido un desmayo.
  • Hacer fotocopias.
  • Recortar y plastificar fichas de dominó de números enteros.
  • Registrar una avería de un ordenador en la Intranet del instituto para que lo arreglen.
¡Vaya! ¡Qué de cosas que hace un profesor! Y supongo que también os habrá sorprendido el tiempo que destina a todo ello. Aún así, todavía habrá quien busque un resquicio y diga que he escogido una semana muy cargada de trabajo y por eso salen tantas horas. Pues bien, resulta que tanto esta semana como la que viene se presentan tanto o más cargadas, ya que nos esperan largas horas corrigiendo exámenes y largas tardes de sesiones de evaluación que se sabe cuándo empiezan, pero no cuándo acaban, lo mismo a las ocho de la tarde que a las nueve y media de la noche.
Quien busque excusas para seguir restando importancia a nuestra labor, que las busque, que seguirá faltándole mucha razón, y si no, aquí van más datos. Resulta que mi horario semanal de clases empieza todos los días a las 8:30, excepto los lunes que empiezo a las 9:30, y termina a las 13:00 los lunes, a las 14:00 los miércoles y los viernes, y a las 15:00 los martes y los jueves, con un recreo de 11:30 a 12:00. ¿No os choca que haya estado en el instituto cada día a partir de las 8:00? ¿O que el viernes haya salido 40 minutos más tarde? ¿O que el jueves no haya podido ni tan siquiera descansar cinco minutos en el recreo para desayunar y no parar durante siete horas seguidas?
A estas alturas, todavía habrá a quien le siga pareciendo poco que un profesor dedique semanalmente a su trabajo 72 horas (me vais a perdonar también que redondee esas 71 horas y 50 minutos), es decir, el equivalente a tres días completos de siete que tiene una semana. A estas personas les respondo que el sábado y el domingo recibí la visita de mi madre y me permití el lujo de cenar el sábado y desayunar el domingo con ella en la calle, y que además el domingo me desperté resfriado y con dolor de garganta, lo que me obligó a buscar una farmacia de guardia bajo la intensa lluvia que caía ese día y a descansar más de lo que tenía previsto. Esto quiere decir que, en condiciones normales, el sábado podría haber dedicado un par de horas más a trabajar, y el domingo unas cinco o seis más, lo que me hubiese llevado a prácticamente 80 horas de trabajo en una semana, es decir, el doble de las 40 horas semanales estipuladas para cualquier trabajador. Así pues, ese privilegio de tener 'tantas' vacaciones quizás no sea tanto privilegio, sino más bien más que merecido, y, repito, dedicando bastantes de esos días de vacaciones también a trabajar.
No me quiero alargar más, que tengo muchas cosas pendientes por hacer. Creo que los datos hablan por sí solos, les guste a la gente o no. Seguramente muchos se preguntarán que, si tanto me quejo, por qué no me busco otro trabajo. Yo les respondo que me gusta mi trabajo, que soy profesor porque siempre he querido serlo, aunque reconozco que actualmente nos asignan una carga mayor de la que nos corresponde y podemos llevar adelante, y que no habrá nada ni nadie que me quite las ganas de ser profesor el día de mañana, con sus buenos y sus malos momentos. Y termino diciéndole a estas personas que tanto menosprecian y desprestigian nuestra labor: "¿Tienes DNI? ¿Sí? ¿Tienes una carrera? ¿Sí? Pues estudia, consigue una plaza de profesor y disfruta de las 'pocas' horas que trabajamos y de las 'muchas' vacaciones que tenemos".

viernes, 25 de noviembre de 2016

No es mío, pero es interesante (XCVI)

Aquí tenemos una nueva entrega de 'No es mío, pero es interesante', una sección en la que os recomiendo las entradas de otros blogs y webs que más me han interesado en las últimas semanas. Siempre hay blogs que consiguen colar más de una aportación, y en el caso de hoy ha ocurrido con Microsiervos y Matemáticas cercanas, con catorce y dos posts, respectivamente. Y, como siempre, variedad para todos los gustos: matemáticas, ciencia, astronomía, curiosidades, vídeos, etc.
Echémosle un vistazo a las entradas de esta entrega:
¿Os han gustado las recomendaciones de esta entrega? Espero que sí y que me lo hagáis saber a través de un comentario ;)

lunes, 7 de noviembre de 2016

Adivina quién soy (XXX)

Aquí tenemos una nueva entrega de 'Adivina quién soy', un juego en el que tendréis que adivinar el personaje famoso que se esconde tras las pistas que os iré proporcionando poco a poco. Os recuerdo las normas que tenéis que respetar si queréis participar:
  • Sólo se puede dar una respuesta por cada pista que se proporcione (las tres primeras pistas cuentan como si fueran una sola), es decir, no vale decir el nombre de dos o más personajes entre la pista 'X' y la 'X + 1'. Si alguien incumple esta norma, no se tendrán en cuenta sus posteriores intentos en dicha prueba, pero sí podrá participar en las posteriores.
  • Si queréis una nueva pista, basta con que dejéis un comentario en el que intentéis adivinar el personaje, es decir, tendríais que decir algo como 'Creo que es Pepito Pérez'.
  • Sólo proporcionaré una pista por día, por lo que si hoy dos personas propusiesen dos soluciones posibles, hoy os daría una pista y mañana otra.
  • No se puede participar identificándose como 'Anónimo'. Toda respuesta que se dé con dicha identificación no será tenida en cuenta bajo ningún concepto.
  • En el caso de que se lleguen a dar diez pistas, el plazo para responder terminará a las 23:59h del día siguiente al que se publicó la décima pista. Si nadie lo adivina, os daré la solución y la explicación de todas las pistas.
Y las pistas son las siguientes:
  1. Mujer.
  2. Viva.
  3. Se dio a conocer a toda velocidad.
  4. Medio teutona.
  5. Fue la mejor y la peor al mismo tiempo.
  6. Entre otros trabajos, ha sido astronauta.
¡Mucha suerte!

viernes, 28 de octubre de 2016

No es mío, pero es interesante (XCV)

Aquí llega una nueva entrega de 'No es mío, pero es interesante', una sección en la que os recomiendo las entradas de otros blogs y webs que más me han interesado en las últimas semanas. Como de costumbre, algunos blogs han conseguido colar más de una entrada, como son los casos de Microsiervos, Fogonazos y Ya está el listo que todo lo sabe, con once, cuatro y dos aportaciones, respectivamente. Y, cómo no, la variedad temática de siempre: matemáticas, ciencia, astronomía, curiosidades, vídeos, etc.
Echémosle un vistazo a la lista de esta entrega:
¿Os han gustado las recomendaciones de esta entrega? Espero que sí y que me lo hagáis saber a través de un comentario ;)

martes, 18 de octubre de 2016

A un paso de la década

Cada año que pasa parece más complicado, pero aquí sigo aguantando el tipo ante las adversidades, la competencia, la falta de tiempo y, por qué no decirlo, también de ideas que se han perdido por un camino que hoy está de aniversario. Mi blog, 'El mundo de Rafalillo', cumple nueve años en una blogosfera tan saturada y diversa que en nada se parece a la que existía cuando me embarqué en este proyecto, consolidado o moribundo, según se mire.
Como iba contando, del blog se puede decir al mismo tiempo tanto que está maduro como que está medio muerto. Lo primero es evidente, puesto que dudo que haya muchas bitácoras tan longevas como ésta y que estén sostenidas por una única persona que no se dedique profesionalmente a esto de Internet, es decir, que no viva de su blog; lo segundo, pues también salta a la vista, y es que esto ya es una sombra marchita de lo que fue en sus grandes y primeros años, cuando publicaba dos o tres entradas por semana, con cierta variedad de contenidos y con un considerable número de lectores y visitantes asiduos para ser un blog poco conocido y sin afán de renombre. Con el paso de los años, en gran parte debido a que he estado trabajando, o estudiando para las Oposiciones como en el último, la variedad temática y la periodicidad de las publicaciones han ido menguando progresivamente hasta tal punto que a día de hoy casi todos los meses se resumen en tres entradas: una de juegos ('Adivina quién soy' o 'Adivina dónde estoy'), una de 'No es mío, pero es interesante' y otra del Carnaval de Matemáticas. Puntualmente escribo sobre los libros que leo en verano y sobre las procesiones de Semana Santa y extraordinarias que tienen lugar a lo largo del año, y poco más. Así de esquelético se está quedando 'El mundo de Rafalillo', y sinceramente no está previsto que engorde en el futuro.
Lo que no cambia es el resumen estadístico anual que elaboro en cada cumpleaños del blog para seguir su evolución:
  • 39 entradas publicadas (aproximadamente un 30 % menos que el año anterior), lo cual se traduce en algo más de tres posts mensuales.
  • 87 comentarios, poco más de la mitad que el año anterior, lo que equivale a algo más de dos por cada entrada.
  • Casi 20.500 visitas recibidas, es decir unas 3.500 menos que hace un año. Esto supone una media de unas 56 visitas diarias.
  • Las visitas proceden de 91 países diferentes de los cinco continentes. Algo más de la tercera parte de los visitantes son de España, mientras que los demás lo hacen principalmente desde Latinoamérica (México, Colombia, Perú, Argentina, Chile, Ecuador...) y Estados Unidos.
  • La duración media de las visitas baja hasta los 40 segundos, por los 49 del año anterior.
  • El blog ha sido visualizado algo más de 24.500 veces, un 16 % menos que el año anterior. Son 646 las diferentes páginas que se han visualizado, siendo la de ¿Qué diferencia existe entre un equinoccio y un solsticio? la más visitada, seguida por la principal del blog.
  • El blog tiene 102 suscriptores (un 23 % más que el año pasado) y 56 seguidores (nueve menos que hace un año).
  • Finalmente, comentar que el blog mantiene un PageRank de 3 sobre 10.
En líneas generales, las cifras son bastante negativas, aunque tampoco es que esperase otra cosa, para qué engañarme. Esto es la pescadilla que se muerde la cola: si publico menos entradas y con menos variedad, habrá menos visitantes, menos lectores y menos comentarios. Los datos obtenidos son los que son por lo que comentaba al principio, y es que este último año lo he dedicado casi en exclusiva a prepararme las Oposiciones, lo cual implicaba necesariamente dejar de lado el blog más de lo que ya estaba, aunque como premio conseguí lo más importante de todo, esa plaza de profesor tan deseada, que a fin de cuentas lo del blog es un hobby más.
Después de varios años de capa caída, ya tengo muy asumido que 'El mundo de Rafalillo' no volverá a ser el de antes. Nunca le di una importancia excesiva, pero el tema de los comentarios de los lectores, que es lo que en realidad mantiene con vida cualquier bitácora, hace ya tiempo que no me quita el sueño en absoluto, porque si no ya habría cerrado el negocio hace ya varios años. Con esto quiero decir que yo no publico entradas esperando que alguien responda desde el otro lado del ordenador, sino porque me apetece compartir algunas de mis aficiones (matemáticas, Semana Santa, lectura...) con el resto del mundo, y el que quiera comentar algo que comente, y el que no, que no lo haga, que yo soy el primero que casi nunca lo hace en los blogs que visito. También cabe comentar que hace dos años prometí que a corto plazo crearía otro blog, pero temático; a día de hoy todavía no ha visto a la luz, y, por si acaso no lo hace, voy al menos a confesar cuál era la idea para que no quede en el olvido: un blog con fotos hechas por mí sobre la Semana Santa de Málaga. No descarto que más pronto que tarde me lance a ello, pero no lo voy a prometer para no volver a quedar por mentiroso.
En fin, un año más llega el momento de agradecer en estas líneas a los muy pocos lectores que rondan este blog que sigáis pasándoos por aquí de vez en cuando. Ya me gustaría a mí que estoy tuviese algo más de vida, pero toca conformarse con lo que hay, que, si bien es poco, no es de mala calidad. Con más o con menos entradas, 'El mundo de Rafalillo' siempre os estará esperando con los brazos abiertos, a los que ya estáis y los que están por venir.
¡Muchas gracias a todos!

domingo, 9 de octubre de 2016

75 años de Santa María del Monte Calvario

En la tarde noche de ayer tuvo lugar la procesión extraordinaria de Santa María del Monte Calvario, que recorrió las calles del barrio de la Victoria con motivo del 75 aniversario de la bendición de dicha imagen.
El cortejo se puso en marcha a las siete de la tarde desde las naves del Santuario de la Victoria, al igual que ocurre cada Viernes Santo; al frente salió la cruz guía de esta hermandad, seguida de diversos enseres y de representaciones de varias cofradías y de la Orden Tercera de los Frailes Mínimos de San Francisco de Paula. La imagen procesionó en su trono de Semana Santa, pero con una estética diferente, pues lo hizo sin la presencia de San Juan Evangelista y con un ajuar compuesto por varios estrenos, entre los que cabe destacar el tocado y la saya, así como el manto de María Santísima de la Paloma, cedido para la ocasión por la hermandad del Miércoles Santo; por otra parte, el palio lució el bordado completo de las bambalinas laterales. Musicalmente hablando, estuvo acompañada como es habitual por la Banda de Música de la Paz, que interpretó piezas más triunfales y alegres además de las que suelen tocar cada Viernes Santo tras la imagen de Santa María del Monte Calvario, de corte más sobrio.
La procesión, tras abandonar el Santuario, recorrió calles para nada acostumbradas a ver pasar tronos de Semana Santa, como por ejemplo Ferrándiz, donde el trono fue recibido con una gran petalada, Tejeros, Santa María Micaela o Cristo de la Epidemia, y es que, al contrario de lo que suele ocurrir con las procesiones extraordinarias, el itinerario se ha limitado al barrio al que pertenece la hermandad en vez de incluir calles del Centro Histórico. Esta decisión no ha significado una menor afluencia de público, sino todo lo contrario, aunque también es cierto que no se ha advertido un bullicio tan exagerado como ocurre con cofradías de más renombre y tirón en la ciudad; en cualquier caso, la imagen de Santa María del Monte Calvario ha estado bastante arropada durante todo su recorrido procesional, en especial junto a la Ermita de San Lázaro, donde fueron lanzados varios cohetes y fuegos artificiales, en las casas hermandad del Rocío y del Amor, y en otros puntos engalanados con guirnaldas, banderolas, mantones. La procesión se recogió sobre las dos de la madrugada en el Santuario de la Victoria, tras lo cual tuvo lugar el regreso de la imagen a la Ermita del Monte Calvario en rosario de antorchas.

viernes, 30 de septiembre de 2016

El asesinato de Pitágoras

El quinto y último libro que he leído este verano ha sido 'El asesinato de Pitágoras', del escritor madrileño Marcos Chicot.
Año 510 a. C. Pitágoras está próximo a decidir quién de sus seis discípulos más aventajados le sucederá en su famosa escuela de Crotona cuando, en una de sus reuniones, uno de esos grandes maestros es misteriosamente asesinado. Incapaz de descubrir quién ha sido el asesino, decide contratar a su viejo amigo egipcio Akenón, que contará además con la ayuda de Ariadna, la mismísima hija de Pitágoras, de la que se acabará enamorando. A pesar de todo, los crímenes sobre los grandes maestros de la escuela pitagórica se siguen sucediendo, y no solamente eso, sino que el asesino parece ser incluso más sabio que el propio Pitágoras, quien ve cómo su vida corre peligro, cómo las relaciones con la vecina ciudad de Síbaris van a peor y cómo su poder en Crotona es puesto en duda con el paso de los días.
Cuando este libro salió a la luz hace unos tres años, tuve claro desde el primer momento que lo iba a incluir en las primeras posiciones de mi larga lista de futuras adquisiciones, y de hecho tardó pocos meses en llegar a mis manos, regalo de Reyes Magos mediante. Las expectativas, por lo tanto, eran altas antes de su lectura, y tras ella puedo decir que, si bien no me ha defraudado, me lo esperaba un poco mejor de lo que me ha resultado. El relato en sí es muy bueno, con una trama que combina hechos y personajes reales de la Magna Grecia con otros inventados por el autor, al que no se le puede discutir que se haya documentado de una manera tan prolija para ambientar la historia, pero para mi gusto pincha en algunos fragmentos y capítulos que se tornan lentos o prescindibles. Este detalle ha provocado que no me haya enganchado tanto como me gustaría, aunque también es verdad que en otros muchos capítulos el escritor consigue dejarte con irrefrenables ganas de seguir leyendo. Me ha gustado mucho cómo ha introducido la componente matemática en la trama (el teorema de Pitágoras, el número áureo, la determinación de los decimales de pi...), para nada forzada como algunos podrían pensar, y es que se podría decir que representa otro personaje más, pues se antoja hasta decisiva en el desenlace de este thriller. Nos encontramos así pues ante un libro recomendable para los aficionados a las novelas de misterio, históricas y de ambientación matemática; por cierto, existe una continuación de 'El asesinato de Pitágoras' titulada 'La Hermandad' que probablemente compraré más adelante.

Nota: este post forma parte del Carnaval de Matemáticas, que en esta sexagésima sexta edición, también denominada 7.6 La banda de Möbius, está organizado por Miguel Ángel Morales a través de su blog Gaussianos.

viernes, 23 de septiembre de 2016

No es mío, pero es interesante (XCIV)

Como casi cada mes, ya tenemos una nueva entrega de 'No es mío, pero es interesante', una sección en la que os recomiendo las entradas de otros blogs y webs que más me han gustado en las últimas semanas. Para variar, algunos blogs han conseguido colar más de una aportación, como son los casos de Microsiervos y Fogonazos, con seis y dos posts, respectivamente. Y sí, como siempre variedad al gusto de todos: matemáticas, astronomía, ciencia, curiosidades, vídeos, etc.
Repasemos la lista de esta entrega:
¿Os han gustado las recomendaciones de esta entrega? Espero que sí y que me lo hagáis saber a través de un comentario ;)

jueves, 8 de septiembre de 2016

Adivina dónde estoy (XX)

Tras el parón veraniego, retomamos la sección 'Adivina dónde estoy', un juego en el que tendréis que averiguar qué ciudad o punto de interés (plaza, monumento...) se esconde tras las pistas que os iré dando día tras día. Aquéllos que queráis participar tendréis que respetar las siguientes normas:
  • Sólo se puede dar una respuesta por cada pista que se proporcione (las dos primeras pistas cuentan como si fueran una sola), es decir, no vale decir el nombre de dos o más lugares entre la pista 'X' y la 'X + 1'. Si alguien incumple esta norma, no se tendrán en cuenta sus posteriores intentos en dicha prueba, pero sí podrá participar en las posteriores.
  • Si queréis una nueva pista, basta con que dejéis un comentario en el que intentéis adivinar el lugar, es decir, tendríais que decir algo como 'Creo que es la Plaza de la Constitución'.
  • Sólo proporcionaré una pista por día, por lo que si hoy dos personas propusiesen dos soluciones posibles, hoy os daría una pista y mañana otra.
  • No se puede participar identificándose como 'Anónimo'. Toda respuesta que se dé con dicha identificación no será tenida en cuenta bajo ningún concepto.
  • En el caso de que se lleguen a dar diez pistas, el plazo para responder terminará a las 23:59h del día siguiente al que se publicó la décima pista. Si nadie lo adivina, os daré la solución y la explicación de todas las pistas.
Y éstas son las pistas:
  1. Punto de interés.
  2. Tiene una hermana española.
  3. Se tardó en construir unos dos mil años.
¡Suerte!

lunes, 29 de agosto de 2016

La plaza del estudio y la suerte

Parecía lejano, casi imposible, inviable para ser la primera vez que me presentaba a las Oposiciones, pero no, lo conseguí: una de las plazas de profesor de Matemáticas es mía. Ni por asomo me imaginaba a mediados de septiembre cuando empecé a prepararme en una academia que iba a ser uno de esos afortunados, menos todavía que lo haría con una de las mejores notas de toda Andalucía, y resulta que ahora estoy a unos días de volver a trabajar y, lo más importante de todo, de volver a sentirme profesor.
Desde el principio tenía muy claro, y en eso coincidíamos tanto mis compañeros como mis dos preparadores, que para alcanzar este objetivo debían entrar en juego dos factores claramente definidos y, al mismo tiempo, muy diferentes entre sí: estudio y suerte. Lo primero dependía única y exclusivamente de mí; lo segundo, no. Así pues, no me quedaba otra que dar el máximo de mí mismo y dedicar todo el tiempo posible a las Oposiciones en todas sus variadas facetas: temario, problemas, programación didáctica y unidades didácticas. Antes de comenzar con las clases de la academia, tenía asumido que los temas y los problemas que tendría que preparar iban a ser de un nivel muy superior al que realmente se aplica después en las aulas de Secundaria y Bachillerato, con buena parte de contenidos universitarios, y es que, tal y como nos dijo uno de los dos preparadores en la primera clase, "íbamos a hacer un máster de Matemáticas en nueve meses". Como un parto, para que quede claro.
La verdad es que me costó bastante arrancar, ya que tardé cuatro días en ponerme realmente en funcionamiento tras la primera clase, en parte porque, como con cada nueva experiencia, uno no sabe ni cómo ni por dónde empezar. Lo que más me preocupaba era establecer cuanto antes una rutina para los primeros tres o cuatro meses que me permitiera ir al día con las clases semanales, puesto que de lo contrario la cosa se pondría muy cuesta arriba; resumir la mayor cantidad de temas factibles de estudiar, porque algunos era mejor ni mirarlos por su complejidad; intentar en casa la mayor cantidad de problemas posible antes de resolverlos en clase para, una vez corregidos, pasarlos a limpio; e ir elaborando la programación didáctica poco a poco para dejarla lista a falta de pequeños retoques de última hora. Afortunadamente, este primer objetivo que me impuse lo conseguí más pronto de lo que pensaba. Teniendo en cuenta que las clases eran los jueves por la tarde y que en cada una de ellas me explicaban dos temas, hacíamos varios ejercicios y nos explicaban algún que otro apartado de la programación, decidí dedicar los fines de semana a resumir uno o los dos temas expuestos, según me gustasen o no, y el resto de días hasta la siguiente clase a pasar a limpio los problemas resueltos, a intentar los que estaban propuestos para la siguiente y a redactar la programación didáctica, que en mi caso sería de 2º ESO.
Ni que decir tiene que las primeras semanas todo lo veía muy negro, ya que muchos de los temas eran bastante largos incluso una vez resumidos y con demostraciones difíciles de aprender, mientras que buena parte de los problemas no había por dónde cogerlos salvo que supieses el truco que había que aplicar. Imaginad lo que se me pasaba por la cabeza cuando, de una relación de diez o doce ejercicios, solamente era capaz de hacer un par de ellos, casi siempre tras pasar quince o veinte minutos pensando cómo plantearlos o rehaciéndolos por haber cometido algún fallo. En el examen no iba a tener todo el tiempo del mundo, solamente cuatro horas y media para desarrollar un tema elegido de entre cuatro bolas sacadas al azar de una bolsa con los 71 que componen el temario de Matemáticas y tres problemas de entre los seis propuestos. Fueron varios los días en los que me planteé tirar la toalla, abandonar el barco y renunciar a las Oposiciones ante este panorama, especialmente durante los tres primeros meses, pero al mismo tiempo me concienciaba de que tenía que sacar fuerzas de donde no las había, ser constante y no cejar en el intento si de verdad quería volver a ser profesor. Y eso hice, mentalizarme y pensar que todo iría a mejor.
Con el paso de los días, me di cuenta de que cada vez hacía mejores resúmenes de los temas y que ahora, en vez de solamente uno o dos, ya era capaz de hacer la mitad de los problemas, o por lo menos parcialmente. Eso se fue traduciendo en que en casi todas las clases salía a la pizarra a resolver ejercicios, bien voluntariamente o bien a petición de los preparadores, lo cual era un claro indicio de que iba por buen camino. En enero empecé a dedicar tiempo de la semana a estudiar los temas, lo cual implicaba que a partir de entonces tenía que ser más selectivo a la hora de resumir nuevos temas, que finalmente se quedaron en 37 de los 71 que componen el temario; además, de cara al primer examen, fui haciendo simulacros tanto de los temas como de los ejercicios para entrenar y aprender a controlar el tiempo del que iba a disponer. Ya por entonces, mis compañeros de clase habían comenzado a considerarme como un firme candidato a conseguir una de las 200 plazas que se iban a ofertar, o por lo menos a entrar en la bolsa superando la primera prueba, a lo que yo, para quitarme presión, siempre les decía que por muy bien que me vieran no significaba nada, puesto que podría darse el caso de que en la suerte de las bolas de los temas no saliese ninguno de los que tenía pensado preparar o que los problemas no supiera cómo atacarlos, teniendo en cuenta además que suelen ser largos y rara vez da tiempo a hacer tres enteros. La suerte sería más que determinante.
El simulacro de examen que hice en la academia a mediados de mayo me abrió los ojos y me hizo ver que sí, que el plan de estudio que había seguido hasta entonces estaba dando resultado. De los cuatro temas que salieron en suerte, hice el que mejor me sabía y lo redacté del tirón casi sin fallos, aunque empleando cinco minutos más de lo que tenía pensado, mientras que supe resolver dos ejercicios completos y la mitad de un tercero con cerca de media hora de margen; esto, unido a que ya tenía la programación didáctica hecha y revisada por uno de los preparadores y que el discurso de la defensa también estaba redactado, me daba muchas esperanzas de cara al verdadero examen, para el que solamente quedaba un mes.
Esta confianza, contenida porque yo no soy de esos que se hacen ilusiones a las primeras de cambio, se trastocó cuando el 2 de junio, justo antes de empezar la penúltima clase de la academia, me enteré de que tendría que examinarme en Jaén y no en Málaga como esperaba. El cabreo que cogí en ese momento fue monumental, no solo porque no entendía por qué tendría que desplazarme tan lejos habiendo solicitado examinarme en mi ciudad, sino porque además implicaba modificar mi planificación para los pocos días que restaban, pues iba a perder medio día en ir hasta allí. Mi preparador, interpretando su papel, trató de animarme diciéndome que él consiguió la plaza en Granada habiendo pedido también Málaga y que pensase que Jaén sería mi ciudad talismán. No me quedaba otra que calmarme y olvidarme de este imprevisto.
El examen escrito era el domingo 19 de junio, pero el sábado 18 a las 9:00 era el acto de presentación en el IES Auringis, por lo que me fui con mi madre a Jaén la tarde del viernes al hotel que habíamos reservado. En dicho acto se presentaron los cinco componentes del tribunal que nos iba a examinar, quienes expusieron las normas que debíamos respetar a lo largo del proceso de oposición y a quienes tuvimos que entregar el sobre con los méritos que acreditábamos para la fase de concurso, a la cual yo concurría con desventaja con respecto a los interinos porque yo nunca había trabajado en ningún instituto, solamente tres años en un colegio concertado, que puntúa la mitad. Lo más relevante de este acto fue que muchos de los candidatos no se presentaron, aproximadamente un 15-20 %, más de lo normal, lo cual tenía dos consecuencias: una, que iba a tener menos competencia en el examen; la otra, que, a la hora de repartir proporcionalmente las plazas entre los tribunales en función del número de presentados, el mío sería de los que menos tendría. Ni que decir tiene que tanto antes como durante el acto se habló, y mucho, de lo incomprensible que era que Jaén tuviese tres tribunales de Matemáticas y Málaga solamente dos, lo cual escapa al sentido común se mire como se mire.
Llegó el día del primer examen. La Universidad de Jaén era un hervidero de opositores apurando los últimos minutos para repasar y templar los nervios, y entre ellos yo intentando mantener esa calma que suelo tener en esos momentos previos. A mi tribunal le habían asignado dos aulas y la primera se llenó poco antes de que me nombrasen, lo cual hizo que me tuviese que sentar en la primera fila de la otra. A las ocho y veinte ya estábamos todos en nuestro sitio con nuestros botellines de agua y tentempiés para no desfallecer en el examen, y nada, esperando que en el otro aula se llevase a cabo el sorteo de los temas, que no se hizo de rogar: salieron, en este orden si no recuerdo mal, las bolas 24, 58, 63 y 7. Los dos primeros temas no eran de los que había estudiado, el tercero me lo sabía muy bien pero no era de los que tenía en mente para lucirme, y el cuarto me lo había estudiado pero era muy lioso y propenso a equivocarse fácilmente. Conclusión: haría el tema 63 "Frecuencia y probabilidad. Leyes del azar. Espacio probabilístico". Hasta las nueve en punto no podía dar comienzo el examen, así que aproveché esos veinte minutos que quedaban para recordar todos los apartados del tema (justificación, introducción, desarrollo, conclusión, bibliografía...), cómo los iba a redactar, qué enfoque le iba a dar, qué ejemplos y demostraciones iba a utilizar, etc.
Minutos antes de las nueve, el tribunal nos entregó a cada uno de los aspirantes la hoja de problemas, un A3 doblado que dejé inmediatamente en la rejilla de debajo de la mesa para evitar la tentación de ver los enunciados y de esta forma estar plenamente concentrado en el tema 63 que empecé a redactar cuando dieron las nueve en punto. Me lo sabía tan bien que apenas dejé de escribir para beber agua y desentumecer mi mano derecha de vez en cuando. En mis planes estaba dedicar dos horas al tema y las dos horas y media restantes a los ejercicios, pero, viendo que el tema lo estaba bordando, me arriesgué a alargarlo un poco más con un apartado del siguiente tema del bloque de probabilidad, el 64, para darle más nivel y, en teoría, conseguir más nota en esta parte del examen. A las once y cuarto de la mañana cerré el tema con 18 carillas escritas y la tranquilidad de que ya tenía medio trabajo hecho. Quedaba el otro medio, y a priori el más difícil.
Le había robado 15 minutos a los problemas, por lo que, para aprovechar el tiempo al máximo, me tomé uno de los croissants que me había llevado mientras leía los enunciados de los seis problemas propuestos, de los cuales tendría que hacer tres. Para mi asombro, el primero de ellos, relativo a divisibilidad, ya lo había hecho en la academia (ya en mi casa comprobé que ese problema cayó en la convocatoria del año 2000), mientras que el tercero, de geometría del pentágono, era muy similar a otro que también habíamos resuelto en clase y que sabía cuánto tenía que dar como solución; por su parte, los otros cuatro los veía un poco más complejos, por lo que decidí atacar estos dos que ya sabía cómo hacer. Los resolví despacio para no cometer ningún fallo tonto y explicando con detalle cada paso para demostrar no solamente que sabía resolver cada problema, sino también que entendía lo que estaba haciendo. En una hora me había quitado dos problemas de encima, lo que me dejaba una hora y cuarto para hacer otro más, pero con la seguridad de que el examen estaba aprobado sí o sí.
Releí los enunciados de los otros cuatro problemas para elegir el que fuese más fácil bajo mi punto de vista. El 2 tenía pinta de resolverse con números complejos, pero no veía cómo; el cuarto era de probabilidad y daba pie a construir un diagrama de árbol, aunque el enunciado podía llevar a ambigüedades según cómo se interpretase; el quinto consistía en discutir y resolver un sistema de cuatro ecuaciones y cuatro incógnitas con un parámetro; finalmente, el 6 constaba de varios apartados en los que se pedía estudiar la continuidad, la derivabilidad y otras características de una función compuesta por una suma de funciones en valor absoluto elevadas a exponentes racionales. El 2 lo descarté desde el primer momento, mientras que estos dos últimos sabía cómo hacerlos, aunque eran muy largos de resolver y muy propensos a cometer errores, por lo que me decidí por el cuarto con la esperanza de que mi interpretación del enunciado fuese la correcta y que mis explicaciones, apoyadas en un diagrama de árbol que me ocuparía casi una carilla entera, fuesen convincentes a pesar de que no profundicé mucho en ellas.
Cuando terminé este tercer y último ejercicio era la una y veinte, es decir, todavía quedaban diez minutos de examen, pero estaba tan exhausto y con la cabeza hecha un bombo que pasé de repasar nada y entregar lo que había hecho tal y como estaba. Ya quedábamos pocos en el aula, y es que, desde que a las diez de la mañana el tribunal dio permiso para que aquéllos que fuesen a entregar el examen en blanco pudieran hacerlo, raro era que pasasen cinco o diez minutos sin que alguno de los opositores se acercase a la mesa del tribunal a dejar su examen. Los cuatro temas que habían caído en suerte eran de los poco estudiables, sobre todo para los interinos que no disponen de mucho tiempo para preparar las oposiciones, mientras que los problemas me resultaron asequibles, bastante más que los que había hecho en la academia; así pues, bajo mi punto de vista, el que aprobase más o menos gente de mi tribunal iba a depender sobre todo de los temas. Yo, por mi parte, estaba más que tranquilo, seguro de que tenía el aprobado garantizado, y en principio con muy buena nota porque me había explayado bastante el tema sin olvidar ningún apartado y porque había podido terminar los tres problemas que se requerían, al menos dos de ellos con el resultado correcto. Por muy exigente que fuese el tribunal en la corrección, no me esperaba menos de un 8 en la nota, para la cual tendría que esperar hasta el martes 28.
Tras volver ese mismo domingo a Málaga, el lunes 20 se convirtió en el primer día de la cuenta atrás para el examen oral, cuya fecha era todavía desconocida porque dependía del número de aprobados en el escrito, aunque, basándome en lo ocurrido en anteriores convocatorias y teniendo en cuenta que yo sería de los últimos por apellidarme Martínez y empezar por la letra P, calculaba que sería entre los días 8 y 12 de julio. Estos días los dediqué a rematar la programación didáctica y mandarla a encuadernar, a pulir el discurso de la defensa de dicha programación que ya había redactado a finales de mayo y que me había revisado uno de mis preparadores, a buscar y elaborar material de diversa índole para las 12 unidades didácticas de las que constaba mi programación y a redactar la exposición de una de dichas unidades, concretamente la 8 titulada "Semejanza. Teoremas de Thales y de Pitágoras". En este punto me encontraba la tarde anterior a la publicación de la nota del primer examen, siendo mi idea la de preparar otras tres o cuatro en los siguientes días y ensayar tanto la defensa de la programación didáctica como la exposición de la unidad didáctica en los días previos al oral, que deberían ser por lo menos cuatro o cinco, pero los planes a ciegas no siempre salen como uno prevé.
Se suponía que a las ocho de la mañana se publicaban las notas en la web de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía, pero pasaban ya unos minutos de las nueve y no era capaz de encontrarlas en ningún sitio, así que no tuve más remedio que llamar al IES Auringis y preguntar por mis notas. Me quedé mudo mientras me las decían por teléfono y las iba anotando en un papel a sucio: 9.1780 en el tema, 9.2633 en la parte práctica, 9.2207 la nota media de la prueba escrita. Me lo creía y no me lo creía al mismo tiempo. Quién me lo iba a decir nueve meses atrás cuando empecé a prepararme las Oposiciones y con suerte aspiraba a aprobar raspado este primer examen. Minutos más tarde encontré en la web de la Junta el listado de notas y fue entonces cuando confirmé que las notas eran correctas y que mi examen oral sería el 4 de julio, es decir, el lunes siguiente, lo cual me trastocó todos mis planes y me dejaba con solamente seis días de margen para terminar de preparar el segundo examen. El motivo era que en mi tribunal habíamos aprobado el escrito solamente 15 aspirantes, bastantes menos de lo habitual, señal de que definitivamente los temas que cayeron en suerte habían hecho una escabechina.
Revisando detenidamente la lista de mi tribunal observé que yo había sido el que había conseguido la nota más alta, con casi un punto de diferencia con respecto al siguiente, que era el único que había obtenido más de un 9 en cada parte, y que en general los pocos que habían aprobado lo habían hecho con notas que rondaban el 5 y el 6. Este dato, al contrario de lo que pudiera parecer, no hizo que cogiera excesiva confianza, aunque tampoco lo contrario, sino solamente que había dado un gran paso y que tenía que aprovechar esta gran oportunidad que la vida me estaba poniendo por delante. También sentí curiosidad por saber cómo habían salido las notas en los demás tribunales, y, como esperaba, eran bastante bajas, algo habitual en la especialidad de Matemáticas, y también con bastantes más aprobados que en mi tribunal. Tras analizar todas las listas, comprobé que mi nota era la décima más alta de toda Andalucía, un dato muy concluyente teniendo en cuenta que por esta especialidad se presentaban unos 2.400 opositores.
No había tiempo que perder, puesto que iba a disponer de menos del que me imaginaba, y es que el día siguiente lo iba a perder casi al completo en ir al instituto de Jaén para entregar la programación didáctica y volver de nuevo a mi casa para seguir preparando material. El jueves por la mañana me levanté con el estómago cerrado, de tal manera que fui incapaz de terminar mi desayuno habitual, y lo mismo me ocurrió con el almuerzo, la cena y los días posteriores hasta el del examen. Los nervios me estaban atacando de esta forma y apenas tenía tres días completos para aprenderme y ensayar la defensa de la programación y la exposición de la única unidad didáctica que iba a poder preparar, la 8 titulada 'Semejanza. Teoremas de Thales y de Pitágoras', cuando en mis planes estaba llevar por lo menos tres o cuatro. Me iba a jugar una de las dos partes del examen oral a una sola carta de doce posibles, con el riesgo que ello conlleva, aunque también es cierto que la mitad de la exposición de la unidad sirve para todas las demás, de las cuales tenía variados materiales y recursos con los que tendría que improvisar en el caso de que no saliese la unidad 8.
Por suerte, ese mismo viernes tuve la oportunidad de hacer un simulacro con uno de mis preparadores que me sirvió para coger un poco de confianza y aprender a controlar los nervios que seguramente me acompañarían durante el examen, aunque lo que más me tranquilizó fue que por la tarde se publicó la asignación provisional de plazas por tribunal, y al mío le correspondían 8, es decir, tocábamos aproximadamente a una plaza para cada dos opositores, pues solamente habíamos aprobado 15 el primer examen. El domingo por la mañana partí junto con mi madre a Jaén para, ya en el hotel, y precisamente en la misma habitación que la vez anterior, disponer de toda la tarde para hacer el último ensayo. A pesar del poco tiempo del que había contado para preparar los dos discursos, había conseguido aprendérmelos de memoria para defender la programación y exponer la unidad en la media hora que tendría para cada una de dichas partes. En menos de 24 horas ya sería un hombre libre.
Como de costumbre, llegué con tiempo suficiente a la citación de las 8:00 en el IES Auringis. De los cinco aspirantes que nos examinábamos ese día, yo era el único que llevaba una bolsa con materiales diversos (murales de exposición, recipientes y envases con formas de poliedros y cuerpos de revolución, libros de Matemáticas...), ya que los demás solamente iban con una mochila y una carpeta; esto me dio algo más de confianza, pues, según tenía entendido, lo que se busca en el examen oral es ser muy visual y diferente a los demás, y en este aspecto parecía que llevaba todas las de ganar. Salvo el primer aspirante que se iba a examinar, los demás nos fuimos a un aula que habían habilitado para esperar nuestro turno, donde también había opositores de Física y Química, ya que este instituto era además sede de un tribunal de dicha especialidad. Yo iba a ser el último en ser llamado, ya que entre mi apellido, Martínez, y la P, que era la letra por la que habían empezado a examinar el primer día, no había ningún aprobado, por lo que tenía cerca de cuatro horas para repasar, aunque parte de ese tiempo también lo dediqué a charlar con los demás opositores que estaban allí esperando a ser llamados. Con esto pretendía relajarme y quitarme los nervios de encima, pero, conforme se acercaba el momento, éstos parecían ir en aumento.
Minutos antes de las doce y media, vino uno de los cinco componentes del tribunal a buscarme y llevarme a un aula donde estaba esperando otro de ellos con un bombo de bingo para proceder con la extracción de las tres bolas de las que tendría que elegir una. Mientras iban introduciendo las doce bolas correspondientes a mis doce unidades didácticas y girando el bombo no hacía más que pensar "Que salga la 8, que salga la 8, que salga la 8...": primero salió la 4; luego, la 3; y, por último, la 6. No hubo buena suerte, aunque tampoco mala del todo porque tenía bastante material de la unidad 4, titulada 'Proporcionalidad y porcentajes', y confiaba en poder prepararla lo suficientemente bien en la hora que iba a pasar en el aula de la encerrona, donde me dejaron los dos integrantes del tribunal no sin antes cerrar bajo llave mi móvil en un pequeño armario de dicho aula, ya que está prohibido conectarse al exterior. Con la unidad ya elegida, me dispuse a redactar el guión que podía utilizar durante la exposición de la misma, que, previsor yo, ya tenía medio escrito de casa para no perder mucho tiempo de esta hora en el caso de que no saliese la 8, para luego memorizar los objetivos, competencias, contenidos, criterios de evaluación y la distribución de las sesiones correspondientes. Ya los últimos quince o veinte minutos los dediqué a recordar mentalmente el orden de los apartados de los que tendría que hablar tanto en la defensa de la programación como en la exposición de la unidad, así como a realizar varias inspiraciones y espiraciones profundas para eliminar ese nerviosismo que me corría por el cuerpo. Y llegó la hora definitiva.
Lo primero que hice al entrar en el aula, tras saludar al tribunal, fue sacar de mi mochila y de la bolsa que llevaba todo lo que iba a utilizar durante el examen oral y colocarlo en la mesa que nos habían habilitado a los opositores; tras ello, cogí una tiza y esperé que me diesen el visto bueno para empezar a hablar. El primer minuto estuve un poco titubeante, pero, en cuanto cogí carrerilla, desaparecieron los nervios casi por completo, sobre todo cuando comencé a mostrarle y dejarle al tribunal los materiales y recursos de los que iba hablando: un mural del teorema de Thales y los eclipses solares, un billete de dólar americano con el que se puede formar un tetraedro, libros de lectura ('El diablo de los números', 'Malditas matemáticas. Alicia en el País de los Números', etc.), otro mural con demostraciones del teorema de Pitágoras, un cono para reciclar en la playa, la película 'La habitación de Fermat', un truco de magia matemática hecho con una baraja de cartas, etc. Los cinco componentes del tribunal daban la impresión de estar encantados con mi defensa de la programación, puesto que asentían durante mi discurso e incluso soltaron alguna que otra sonrisa con cada cosa que les enseñaba. Yo, cada vez que me giraba para escribir algo en la pizarra, también sonreía y me decía para mí mismo que esto marchaba más que bien. Ahora venía lo más difícil.
Una vez concluida la primera parte, con dos o tres minutos de margen sobre la media hora permitida, el tribunal me dejó un minuto para tomar aire y reorganizar mi mesa para la exposición de la unidad didáctica que había elegido. Decía lo de difícil porque, al no tocarme la única unidad que había podido preparar en casa, tenía que improvisar buena parte de la misma según lo que había memorizado en la reciente encerrona, aunque por suerte estaba permitido utilizar el guión que había redactado en dicha hora, y además conservaba la tranquilidad y la casi ausencia de nervios que había alcanzado durante la defensa de la programación. Con esa confianza y con la esperanza de que todo iba a salir bien, comencé la exposición de la unidad didáctica 4 'Proporcionalidad y porcentajes', donde de nuevo traté de captar la atención del tribunal con elementos visuales para hacerla más atractiva y amena. Esto lo conseguí, entre otros materiales y recursos, con diversas relaciones de ejercicios, un modelo de prueba escrita, un registro de competencias básicas o un dominó de fracciones y porcentajes, pero lo que de verdad hizo que les atrajese del todo fue el mantel del Café Central en el que aparecen dibujados los diez tipos de café que se piden en Málaga con sus correspondientes porcentajes de café y leche. Por otra parte, durante la exposición, al igual que en la defensa de la programación, hice referencia cada dos por tres a páginas específicas de mi programación didáctica para que ellos confirmasen en el ejemplar impreso que tenían delante que todo lo que decía estaba incluido en ella, y de esta forma convencerles de que no la había plagiado, que estaba hecha enteramente por mí.
El que la exposición fuese un tanto improvisada provocó que al final me sobrasen más minutos de la cuenta, unos cinco o seis, pero cuando terminé quedé muy satisfecho, mejor de lo que esperaba apenas un par de horas antes. Me dispuse a recoger todo lo que había utilizado en esta hora cuando, inesperadamente, el tribunal se dirigió a mí para preguntarme por algunos de esos recursos que les había mostrado durante mi examen. Recalco lo de inesperadamente porque parece ser que, una vez que terminas la prueba oral, el tribunal únicamente se dirige a ti para despedirse y dar paso al siguiente opositor, pero en mi caso se saltaron ese protocolo, supongo que aprovechando que yo era casualmente el último al que iban a examinar y que no se querían quedar con esas dudas que me pidieron que les resolviera, en concreto relativas al billete de dólar, al mantel de las diferentes formas de pedir el café en Málaga y el truco de magia con cartas, el cual les volví a hacer para explicarles cómo se hace. En mitad de estas explicaciones extra, inconscientemente les tuteé y, en cuanto me di cuenta, les pedí disculpas, aunque me dijeron que no me preocupase, que a estas alturas ya no pasaba nada. Ese gesto de complicidad fue definitivo y el que me hizo ver que sí, que les había gustado mi examen y que el premio final, la plaza de profesor, lo estaba tocando con la yema de los dedos.
Ya con la tranquilidad de que había hecho todo lo que había podido y que ya no se podía hacer nada más, tocaba esperar al lunes 18 de julio a que se publicasen las notas de este segundo examen, aunque antes se daría a conocer el baremo provisional de méritos correspondiente a la fase de concurso. Dicho baremo salió a la luz el viernes 8, siendo mi nota un 4.9576, un poco más de lo que me esperaba porque creía que no me iban a tener en cuenta mis tres años de experiencia en la concertada al completo por haber dado más asignaturas aparte de Matemáticas. Uno de mis preparadores se encargó de buscar el baremo de los demás aspirantes de mi tribunal y resulta que, junto con la nota del examen escrito y a la espera de la del oral, estaba en tercera posición, un adelantamiento que se explica porque algunos de ellos eran interinos con bastantes años de experiencia; así pues, teniendo en cuenta que éramos 15 opositores peleando por 8 plazas, muy mala nota me tendrían que poner y muy buena nota tendrían que sacar los demás para que yo me quedase sin una de ellas.
La espera hasta el día de la publicación de las notas no se me hizo nada larga para mí, confiado en que todo iba a salir bien, todo lo contrario que a mi madre, a quien estas dos semanas se le hicieron eternas. Si mudo me quedé cuando me dijeron por teléfono las notas del primer examen, más de lo mismo me ocurrió cuando el 18 de julio consulté las del segundo en Internet: 9.4180 en la programación didáctica, 9.4560 en la unidad didáctica, 9.4446 la nota media de la prueba oral. Yo salí muy contento del examen, pero en absoluto me imaginaba que iba a sacar una calificación tan alta, más incluso que la del escrito. Una vez más, había obtenido la nota más alta de mi tribunal en esta segunda prueba, siendo el único con más de un 9 en cada parte, lo cual me dejaba en primer lugar en la fase de oposición con una nota de 9.3327, aproximadamente un punto más que el siguiente. A falta de confirmación oficial dos días más tarde, se podía decir que había conseguido ese objetivo tan deseado: una plaza de profesor de Matemáticas era mía. Jaén, ciudad que apenas mes y medio antes maldije varias veces cuando supe que tenía que examinarme allí, se había convertido para mí en una ciudad santa por todo lo que me había dado.
Al igual que hice cuando se publicaron las notas de la primera prueba, revisé las listas de los demás tribunales de mi especialidad para ver cómo habían sido las calificaciones, y la verdad es que bastante bien. Mi nota era la decimoséptima más alta de la segunda prueba, mientras que en lo que respecta a la nota de la fase de oposición era el tercero de toda Andalucía. El miércoles 20 de julio se ratificó lo que era todo un hecho, puesto que mi nombre aparecía en el listado oficial de opositores que habían sido seleccionados en el proceso de concurso-oposición del Cuerpo de Profesores de Secundaria por la especialidad de Matemáticas, concretamente en el puesto 20 con una nota global de 7.8743, resultado de ponderar con dos tercios la nota de la fase de oposición y con un tercio la del baremo de méritos. Por aportar otro dato representativo, decir que mi nota de méritos era la más baja de entre los 39 primeros de dicha lista, lo cual significa que si había quedado en una posición tan alta (el vigésimo de 200) era principalmente por la gran nota que había obtenido en los dos exámenes, fruto de tantas horas y meses de estudio, y sí, también por esa suerte que se antojaba imprescindible para conseguir una de esas plazas.
Con la plaza ya en mis manos, lo único que me quedaba por saber era dónde iba a trabajar este curso 2016/2017. El 27 de julio salieron los destinos provisionales, siendo el mío el IES Sierra Blanca de Marbella, bastante más lejos de lo que pensaba teniendo en cuenta que había quedado en las primeras posiciones y que uno de mis preparadores, que consiguió la plaza en la convocatoria de 2014, había trabajado sus dos primeros cursos en institutos de Málaga capital. No le di excesiva importancia a este destino porque a continuación se abría un período de reclamaciones que casi con toda seguridad iba a conllevar cambios, como finalmente así sucedió. El 10 de agosto se publicaron los destinos definitivos para este curso, de tal manera que se me asignó el IES Los Montecillos de Coín, con la particularidad de que las clases de Matemáticas van a ser bilingües en inglés. Un reto más que se cruza en mi camino teniendo en cuenta que hace ya unos siete u ocho años que tuve que dejar de estudiar este idioma, así como de practicarlo si exceptuamos las pocas veces que lo he tenido que usar cuando he viajado al extranjero, y que estoy un poco verde en lo que a vocabulario matemático en inglés se refiere. En cualquier caso, lo más importante de todo es que, más cerca o más lejos de mi casa, en español o en inglés, en unos días volveré a sentirme profesor de Matemáticas.
No quisiera terminar estas líneas sin dedicar la plaza que he conseguido a todas las personas que han creído en mí y que me han apoyado todos estos meses, pero sobre todo a mi padre, que esté donde esté estoy seguro que ha hecho todo lo posible para que mi sueño se hiciera realidad, y a los que han sido mis alumnos de Matemáticas en el Colegio de La Asunción, especialmente a los que tanto aprecio me mostraron en mi primer año de profesor, de quienes me he acordado cada día cuando me sentaba a estudiar.

martes, 23 de agosto de 2016

El nombre de la rosa

Ayer terminé el cuarto libro que he leído este verano, concretamente 'El nombre de la rosa', del escritor y filósofo italiano Umberto Eco, recientemente fallecido.
A finales de noviembre de 1327, el monje franciscano y antiguo inquisidor Guillermo de Baskerville y su inseparable y joven novicio Adso de Melk, que es quien narra esta historia cuando ya es anciano, llegan a una abadía benedictina situada al norte de Italia, donde uno de los monjes miniaturistas ha muerto en extrañas circunstancias. Fray Guillermo será el encargado de averiguar quién ha cometido tal delito ayudado por Adso, y para ello se sirve de sus vastos conocimientos y dotes detectivescas, pero, con el paso de los días, se suceden más muertes entre los monjes que parecen respetar el orden de las siete trompetas del Apocalipsis. Guillermo y Adso tendrán que saltarse las estrictas normas de una abadía famosa por su biblioteca, una de las más grandes e importantes de la cristiandad, y al mismo tiempo inaccesible, lo cual hace pensar a Guillermo que allí puede estar la clave de todos estos asesinatos.
Decepcionado. Así es como me he sentido tanto mientras leía 'El nombre de la rosa' como al terminarlo. Cuando lo compré, pensé que este libro pasaría a formar parte de ese reducido grupo de novelas de gran extensión, entre las que se encuentran 'La sombra del viento' o 'Los pilares de la Tierra', que releería mil veces para mi disfrute, pero no ha sido así. Nos encontramos ante una novela histórica que combina personajes reales de la época en la que tienen lugar los hechos que se relatan con otros inventados que guardan evidentes similitudes con personajes posteriores, como ocurre con los casos de Guillermo de Baskerville (Sherlock Holmes) y Adso de Melk (doctor Watson), y la verdad es que esta mezcla y la ambientación de la historia en una abadía de la Edad Media están muy conseguidas, con una narración que parece retrotraerte a dicha época, pero le encuentro muchas pegas. Para empezar, contiene mucha morralla relacionada con los años previos al Cisma de Occidente que bien se podrían haber resumido o eliminado directamente del relato, pues no hace otra cosa que desviarte innecesariamente de la trama principal y, por lo tanto, que no te enganche del todo, o casi nada. También contribuyen a ello dos aspectos muy notorios en esta novela: en primer lugar, el continuo recurso de las interminables enumeraciones, que en algunos casos ocupan varias páginas, lo cual no hace sino ralentizar la lectura y liarte; y luego, la gran cantidad de palabras, frases e incluso párrafos en latín, y en menor medida en otros idiomas, que utilizan tanto el narrador como los personajes pero cuyas traducciones no aparecen por ningún sitio, y es que ¿tanto cuesta añadir notas al pie para saber qué significan? Internacionalmente, 'El nombre de la rosa' está considerada como una novela imprescindible, de culto, pero a mí, por desgracia, no me lo ha parecido. Como suelo decir en estos casos, puede que una segunda lectura me haga cambiar de opinión, pero tengo otros muchos títulos a los que hincarles el diente antes que darle una nueva oportunidad a un libro que a día de hoy no puedo recomendar.

lunes, 15 de agosto de 2016

No es mío, pero es interesante (XCIII)

Ya tenemos aquí una nueva entrega de 'No es mío, pero es interesante', una sección en la que os recomiendo las entradas de otros blogs y webs que más me han interesado en las últimas semanas. Como de costumbre, hay varios de ellos que han colado más de una aportación, como son los casos de Microsiervos, Fogonazos y Ya está el listo que todo lo sabe, con doce, cinco y dos posts, respectivamente. Y también tenemos la variedad acostumbrada: matemáticas, ciencia, astronomía, curiosidades, vídeos, etc.
Repasemos la lista de esta entrega:
¿Qué os han parecido las recomendaciones de esta entrega? Espero que os hayan gustado y que así me lo hagáis saber a través de un comentario ;)

martes, 9 de agosto de 2016

Hacia el infinito

La tercera de mis lecturas veraniegas de este año ha sido 'Hacia el infinito', de la escritora y educadora inglesa Jane Hawking.
La propia Jane Hawking es la narradora de un libro en el que nos cuenta su relación con el famoso físico y cosmólogo Stephen Hawking, desde aquel verano de 1962 en el que ambos se conocieron en Cambridge hasta los primeros años de la década de los 90, cuando se separan y posteriormente se divorcian para iniciar una nueva vida por separado con otras parejas. Esta biografía no explora únicamente los numerosos logros científicos alcanzados por Stephen, sino que sobre todo se centra en el día a día de una pareja que vio cómo cambió sus vidas cuando, apenas dos años después de iniciar su relación, a él le fue diagnosticada una grave enfermedad con muy pocas esperanzas de supervivencia. Por suerte, dichos pronósticos no se cumplieron y pudieron casarse y tener tres hijos, aunque con el paso de los años la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) de Stephen fue haciendo cada vez más mella en su cuerpo hasta el punto de dejarle prácticamente inmóvil y sin voz.
Ha sido ésta mi primera incursión en el género de las biografías y me parece que va a ser también la última. Decidí leer este libro tras ver hace un año y medio en el cine 'La teoría del todo', la película basada precisamente en estas páginas, y he de reconocer por una vez, no sé si la primera, que me ha gustado más la película que el libro, básicamente porque, a mi parecer, a éste le sobran varios fragmentos, llámense capítulos o párrafos, que la película magistralmente interpretada por Eddie Redmayne y Felicity Jones sí obvia y que no aportan prácticamente nada, aunque también hay que recalcar que, como siempre ocurre cuando un libro se lleva al cine, la película retoca varias partes para hacerla más atractiva al público. He echado en falta algo que creía que era un factor común en el género biográfico como son fotografías de Stephen, Jane y demás protagonistas de la historia que a buen seguro hubieran servido de un buen complemento a un relato en el que, guste más o guste menos, quedan muy claros dos aspectos: en primer lugar, las enormes dificultades con las que se encontró Jane para cuidar de una persona que no podía valerse por sí misma, sobre todo en lo que respecta a las ayudas estatales; y luego que el científico más famoso de los últimos 50 años no fue tan agradecido con ella como debería haber sido, aunque quizás haya sido debido, y no es por restarle culpa al señor Hawking, a la durísima enfermedad que todavía hoy padece, ya que no debe ser nada fácil estar casi toda una vida en una silla de ruedas y además ser consciente de ello. En definitiva, nos encontramos ante una biografía que, si bien no es aburrida, a veces sí que da esa sensación por alargarse más de la cuenta en determinados momentos, pero que se antoja recomendable tanto para los que admiran a Stephen Hawking como para los que quieran saber de primera mano la lucha que supone vivir con un discapacitado.

domingo, 31 de julio de 2016

Jason Bourne

Anoche fui con mi amigo Jose, su hermano Fran y un par de amigos de éste a los cines del Málaga Nostrum para ver la quinta entrega de la saga Bourne titulada simple y llanamente 'Jason Bourne', película dirigida por Paul Greengrass y protagonizada por Matt Damon (Jason Bourne), Julia Stiles (Nicky Parsons), Alicia Vikander (Heather Lee) y Tommy Lee Jones (Robert Dewey).
Jason Bourne, que ahora sobrevive ganando peleas clandestinas en los Balcanes, parece que ya empieza a hilar todo su pasado, pero todavía hay cosas que no sabe. Su amiga Nicky Parsons contacta con él para entregarle información confidencial de la CIA en la que se detalla todo su historial y diferentes operaciones de espionaje que deberían salir a la luz pública. Será entonces cuando Bourne comprenda realmente cómo llegó a formar parte de uno de esos programas y que ahora vuelve a estar en el punto de mira de la CIA, dirigida ahora por Robert Dewey y una de sus mejores analistas, Heather Lee.
Suele pasar que, cuando una afamada saga de películas retoma la historia muchos años después de la última entrega, la nueva es de peor calidad. Tenemos como claros paradigmas 'La jungla de cristal' o 'Terminator', y la saga de Bourne parece unirse a esta lista, aunque bien es cierto que no de una forma tan estrepitosa como los ejemplos anteriores. Obviamente, no estamos teniendo en cuenta 'El legado de Bourne', en la que no participó un Matt Damon que en esta quinta entrega, cuarta para él y secuela de 'El ultimátum de Bourne', vuelve a demostrar que es uno de los mejores actores dentro de su género, al igual que la propia saga, probablemente la que mejor ha funcionado en lo que llevamos de siglo XXI. Esta película, al tiempo que añade a la trama pinceladas actuales como los disturbios de Grecia o la creciente preocupación por la privacidad de los datos que compartimos en la red, mantiene ese ritmo frenético que le caracteriza, las innumerables persecuciones y peleas cuerpo a cuerpo, o los increíbles recursos de un Jason Bourne que parece tener más vidas que un gato; sin embargo, le falta un 'algo' que sí tenían las otras tres películas protagonizadas por Matt Damon y que sin duda es consecuencia del paréntesis de casi una década desde que vimos por última vez a nuestro espía favorito en la gran pantalla. El final nos ofrece dos posibilidades de cara al futuro: un nuevo paso más en la turbulenta historia de Jason Bourne o el definitivo telón de esta saga. Si de mí dependiera, apostaría por esto último, y es que es preferible terminar con una película como ésta, no imprescindible pero sí aceptable, que arriesgarse con una sexta entrega que podría manchar seriamente a una saga que hasta hoy sí que es imprescindible.

jueves, 21 de julio de 2016

La princesa de hielo

El segundo libro que he leído este verano ha sido 'La princesa de hielo', de la escritora sueca Camilla Läckberg.
Erica Falck es una joven escritora que, de regreso a su Fjällbacka natal tras el fallecimiento de sus padres, descubre el cuerpo sin vida de Alex, una amiga de la infancia. Todo hace indicar que se ha suicidado, pero pronto se descubre que en realidad se trata de un asesinato y que estaba embarazada. Los padres de Alex le piden a Erica que escriba una reseña de su hija, lo cual le lleva a investigar la vida de su amiga y su fatal destino; al involucrarse en el caso, vuelve a encontrarse con Patrick Hedström, uno de los policías encargados de la investigación y antiguo pretendiente. Erica tendrá además que lidiar con otro gran problema, la herencia de la casa de sus padres, la cual no quiere vender pero sí su hermana y muy especialmente su cuñado. Con el paso de los días, la búsqueda del asesino de Alex se convierte en una continua revelación de secretos y mentiras que el pequeño pueblo de Fjällbacka ha escondido durante años.
Como me suele ocurrir cada vez que comienzo una saga de libros, afronto la primera lectura con ciertas dudas sobre si merecerá la pena hacerse con los siguientes títulos o si por el contrario el primer ejemplar habrá supuesto una pérdida de tiempo y de dinero. Por suerte, la conclusión que he sacado tras finalizar 'La princesa de hielo' es que con toda seguridad voy a continuar con con los siguientes libros que componen la serie de Los crímenes de Fjällbacka. Nos encontramos ante una novela policíaca que no se centra únicamente en el asesinato en cuestión, sino que también cobran mucha importancia las vidas y problemas de los protagonistas. La escritora usa una narrativa muy natural, con diálogos y descripciones muy realistas, sin demasiados artificios, y, sin llegar a ser uno de esos libros que te enganchan del todo, sí que consigue involucrar al lector en la historia y en la búsqueda del asesino con cada nueva prueba o secreto que sale a la luz. He de reconocer que me ha costado un poco relacionar los personajes debido a sus nombres y apellidos suecos, aunque conforme avanzaba la trama lograba identificar a cada uno de ellos. Según las opiniones de otros lectores que ya han devorado parte o la totalidad de esta saga de novelas, este primer título es el más flojo de todos, lo cual no hace sino animarme todavía más para hacerme con el siguiente de ellos y, por supuesto, recomendarlo para aquéllos que quieran disfrutar de una lectura amena e intrigante.

miércoles, 13 de julio de 2016

El símbolo perdido

El primer libro que he leído este verano ha sido 'El símbolo perdido', obra del escritor estadounidense Dan Brown.
Una mañana de domingo, el experto en simbología Robert Langdon recibe una llamada de un asistente de su amigo Peter Solomon para comunicarle que éste le necesita para dar una conferencia sobre masonería esa misma noche en el Capitolio de Washington, una invitación que acepta a pesar de la premura. Al llegar allí, descubre que tal evento no existe y, minutos más tarde, que la mano cercenada de Peter se encuentra en el vestíbulo de este emblemático edificio con una serie de símbolos tatuados en sus dedos. Su amigo ha sido secuestrado por su supuesto asistente, Mal'akh, quien además tiene como objetivo acabar con la vida de Katherine Solomon, hermana de Peter y experta en ciencias noéticas. Inevitablemente, la CIA aparece en escena interesada no solamente en iniciar la investigación, sino también en un pequeño objeto masónico que Robert trae consigo y que permitirá a Mal'akh revelar un secreto guardado durante siglos.
Después de haber leído las dos primeras novelas de Dan Brown protagonizadas por Robert Langdon ('Ángeles y demonios' y el polémico 'El código Da Vinci'), uno ya sabe con un 100 % de seguridad lo que se va a encontrar en 'El símbolo perdido': un thriller lleno de misterios, símbolos indescifrables, secretos ocultos y ciertas referencias bíblicas que envuelven a una trama trepidante que tiene lugar en una famosa ciudad. Así pues, el resultado es una copia de las anteriores, siendo esta vez el telón de fondo Washington y los masones. Siempre es injusto comparar obras del mismo autor, como en este caso, pero no queda más remedio que hacerlo, y la conclusión es que, si bien 'El símbolo perdido' te mantiene plenamente enganchado con una lectura muy ágil al igual que consiguieron en su día los títulos que transcurren en Roma y París, este libro, para mi gusto, se queda un pelín por debajo de ambos. Su principal defecto son las últimas 30-40 páginas, sobran totalmente pues no aportan prácticamente nada, eso sí, el desenlace es totalmente inesperado. Muchas críticas ha recibido, y recibe, Dan Brown por una fama inmerecida, justificadas en su mayor parte porque sus best-sellers son simples y fáciles de leer y porque contienen especulaciones sobre el cristianismo, lo cual ya sabemos que en muchos círculos es un tema intocable. Y digo yo, ¿prefiere la gente un libro de difícil lectura que les impida seguir la historia que se relata? ¿No entiende la gente que los libros de Dan Brown son de ficción, por mucho que se ambiente en hechos y lugares reales? En fin, queda recomendado este libro para aquellos lectores que sepan obviar dichas críticas, y a los que no, que no hablen más de la cuenta.

martes, 5 de julio de 2016

No es mío, pero es interesante (XCII)

Aquí tenemos una nueva entrada de 'No es mío, pero es interesante', una sección en la que os recomiendo las entradas de otros blogs y webs que más me han interesado en las últimas semanas. Como suele ser habitual, algunos de dichos blogs han conseguido colar más de un post, como son los casos de Microsiervos, Espejo lúdico, Fogonazos y Ya está el listo que todo lo sabe, con seis, dos, dos y dos aportaciones, respectivamente. Y también, como siempre, variedad temática: matemáticas, ciencia, astronomía, curiosidades, vídeos, etc.
Repasemos la lista de recomendaciones de esta entrega:
¿Os han gustado las recomendaciones de esta entrega? Espero que sí y que me lo hagáis saber a través de un comentario ;)